¿Alguna vez te han mirado mal por ir al fisioterapeuta? ¿Por hacerte un blanqueamiento dental? ¿Por ir al ginecólogo? ¿Por pedir cita a tu médico de cabecera? ¿Alguna vez alguien te ha dicho “pero si tú no estás ciego” cuando le has dicho que ibas al óptico? No, ¿verdad? Nadie presupone que estás terminal cuando vas a urgencias. Nadie cuchichea a tus espaldas cuando te haces un análisis de sangre. Nadie te aconseja que “no digas nada por el qué dirán” cuando vas al dermatólogo. ¿Por qué es diferente el psicólogo?

Al primer estornudo vamos a que nos receten Frenadol, pero cuando se trata de nuestro estado de ánimo o de nuestra forma de pensar y actuar, vamos dejándolo con la esperanza de que “se nos pase el berrinche solo”. Sí, a veces el tiempo lo cura todo y una mala racha se va igual que vino, pero por desgracia hay personas que no conocen las herramientas para sobrellevar el dolor emocional, y también hay situaciones en las que las exigencias desbordan nuestra capacidad para afrontarlas.

Como dice Extremoduro, “para algunos la vida es galopar un camino empedrado de horas, minutos y segundos”, y normalmente los baches no se resuelven con “salir, beber, el rollo de siempre”. Pasamos por momentos duros que nos ayudan a valorar lo que realmente nos da felicidad, y con el tiempo aprendemos a levantarnos más deprisa y con menos heridas pero, ¿qué pasa si te caes y no puedes levantarte?

Si eso ocurre eres tú quien debe valorar lo que debes hacer, pero recuerda que la salud mental es tan importante como la física. Nadie evitaría pedir ayuda con una pierna rota y nadie debería sufrir en silencio su dolor emocional.

Ve al psicólogo si necesitas ordenar tus pensamientos, manejar tus emociones o cambiar tu conducta. Ve si necesitas aprender herramientas para hacer frente a los problemas.  Ve si quieres mejorar tu calidad de vida. Ve si acabas de romper con tu novio y no logras superarlo. Ve si te han despedido y no sales de ese bache. Ve si quieres conocer habilidades sociales. Ve si llevas semanas sin levantarte de la cama porque no tienes fuerza. Ve si no puedes dormir. Ve si sientes que te ahogas cuando sales a la calle. Ve si comes para acallar la ansiedad. Ve si no comes para adelgazar. Ve si tu vida no tiene sentido. Ve si te ves sobrepasado por intentar controlarlo todo. Ve si quieres conocerte mejor a ti mismo. Ve si quieres ganar confianza. Ve si la situación es grave. Ve si todavía no se ha convertido en un problema. Ve si no tienes a nadie que pueda ayudarte. Ve si tu entorno no sabe cómo ayudarte. Ve si lo necesitas. Ve porque quieres. Ve porque puedes. Ve porque eres valiente. Ve porque no hay nada malo en ir al psicólogo.

O rompe un par de platos que siempre alivia un poco.

Si estás empezando a sentirte desbordado o llevas sintiéndote así un tiempo, PIDE AYUDA. Acude a tu médico y pide cita con un psicólogo especializado en tu situación si es necesario. Sé que no es fácil abrir nuestra mente a un desconocido, pero a la larga agradecerás haber tomado esta decisión.

Que no te avergüence pedir ayuda, lo que es de locos es no ir al psicólogo cuando la necesitas.