Hablamos constantemente de mejorar nuestra autoestima, pero a la hora de la verdad no sabemos ni por dónde empezar a cuidarla.

En primer lugar, la autoestima es el conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones y sentimientos acerca de nuestra forma de ser, nuestro cuerpo y nuestra personalidad. Básicamente es el librito donde apuntamos lo que pensamos de nosotros mismos.

¿Y si te dijera que te estás cargando tu autoestima día a día sin darte cuenta? Pues lo siento, pero así es. Resulta que muchas veces ponemos en marcha hábitos y costumbres que perjudican gravemente nuestro amor propio, como exigirnos más de la cuenta, basar nuestra autopercepción en la opinión de los demás o culparnos de cosas completamente ajenas a nosotros mismos.

El problema es que introducimos estos hábitos en nuestra rutina hasta el punto de convertirlos en automáticos, y cuando esto sucede es mucho más complicado ponerles fin. Eso sí, quien dice complicado no dice imposible, y el primer paso es aprender a detectar esos hábitos.

  1. Aceptar la opinión de los demás como verdad absoluta

Una cosa es pedir consejo a tu amiga y otra muy diferente es acatar sin rechistar la voluntad de los demás asumiendo que su opinión es más sagrada que los diez mandamientos.

A veces la gente se equivoca y otras veces te encontrarás con personas que consciente o inconscientemente, se aprovecharán de tu docilidad para manipularte. Es duro pero cierto, y el primer paso para distanciarte de los manipuladores emocionales es aprender que los demás no siempre tienen razón.

Si te quieres poner un crop top, hazlo y plántale las lorzas en la cara al idiota que te dijo que no tenías el tipo para llevarlo. Si estás buscando un pintalabios nude porque te da palo que tu novio te diga “no te maquilles tanto que pareces una cualquiera”, cambia de novio y no de labial.

  1. Pasar de la zona de confort a la zona de las cosas imposibles

Nos podemos encontrar a dos tipos de personas, las que nunca lo intentan por miedo a fracasar y las que se tiran desde un balcón pensando que pueden volar. Está muy bien ser optimista, pero a veces necesitamos una pequeña dosis de realismo en nuestra vida y sobre todo no abarcar más de lo que podemos apretar, como bien dice el refrán.

No te exijas más de la cuenta, porque esa presión que pones sobre tus hombros es la que acabará consumiendo tu energía, tu tiempo y tu felicidad. Y recuerda, ¡esto es aplicable a tu trabajo, proyectos personales, relaciones y un largo etcétera!

  1. Pedir perdón por todo

Es habitual que las personas con baja autoestima se culpabilicen por todo lo malo que sucede a su alrededor y aunque todos cometemos errores, no hace falta que pidas perdón hasta cuando tu ligue de Tinder desaparece.

  1. Dormir y comer de forma problemática

Dos de las necesidades más básicas del ser humano son dormir y comer, y cuando estás pasando por una mala racha es normal que aparezcan problemas en ambas áreas, como por ejemplo dormir a deshoras, pasarte la noche en vela, despertarte a las tantas de la tarde, dejar de comer o comer en exceso, utilizar la comida para calmar la ansiedad, etc.

Al final esto repercute tanto en el estado mental como corporal, así que vigila bien de cerca tus necesidades físicas porque son una buenísima señal del estado mental.

  1. Mentir sobre ti mismo

Si mientes para lograr que los demás te acepten no solo les estás engañando a ellos, sino también a ti -y serás quien salga peor parada-. Deja de lado las máscaras y permite que te conozcan tal y como eres, y a quien no le guste chao pescao’.

  1. Dejar que tus inseguridades tomen decisiones por ti

Pensamientos como “no voy a poder”, “jamás lo conseguiré” o “yo no valgo para esto” son los verdaderos culpables de nuestros fracasos.

¿Has oído hablar de la profecía autocumplida? Pues viene a decir que nuestras anticipaciones son, en realidad, la causa de que se hagan realidad. Es decir, si sales de casa pensando que no vas a ligar, es más probable que llegues al bar mirando al suelo cabizbaja, y que a lo largo de la noche pienses que los tíos que te miran lo hacen para que les presentes a una amiga. Poco a poco te irás cabreando más y más, y al final de la noche te irás sola a casa creyendo realmente que no has ligado por tu físico cuando el causante de que no te comas un rosco ha podido ser perfectamente tu actitud.

  1. Dejar nuestra felicidad en manos de otros

Por mucho que nuestra pareja, nuestra familia y nuestros amigos influyan en nuestro bienestar, ellos no son los responsables de que seamos felices.

La felicidad no es una pastilla mágica que soluciona los problemas ni algo utópico a lo que aspiramos para dar sentido a nuestra vida. La felicidad es una decisión que tomamos cada día al levantarnos de la cama, lavarnos la cara y sonreír al espejo o mandarle a la mierda.

  1. Quejarte por todo, pero no hacer nada para remediarlo

Ya lo dije en su día en otro post, pero la queja es más tóxica que esa amiga monologuista que solo te habla para contarte sus penas. Esta costumbre tan mala de quejarnos por todo nos hace ver las cosas peores de lo que son, provoca un ambiente más negro que el traje de Batman y, al contrario de lo que pudiera parecer, acaba atrayendo más negatividad a nuestra vida. Además, las personas que más se quejan son las que más se paralizan cuando toca actuar, esperando a que todo cambie pero negándose a cambiar.

¿Y si empezamos a deshabituarnos ya mismo?

@ManriMandarina