Hola, me llamo Marina. Me encanta remolonear en la cama, me sigo riendo cuando alguien imita a Chiquito de la Calzada y lloro cuando veo una foto de un gato abandonado. También me enfada la gente que habla alto en el cine, me siento incómoda cuando alguien se sienta a mi lado en un autobús medio vacío y me vuelvo un pelín pasivo-agresiva cuando cuestionan mis dotes de conducción. Me relaja hacer magdalenas pero me estresa fregar los platos, soy una fanática de las películas de terror pero me tapo los ojos cuando hay una escena de tensión tipo “¿por qué te escondes en el sótano si es la única habitación sin salida?” y adoro cantar hasta cuando duermo aun a sabiendas de que lo hago fatal. Estas son algunas de las cosas que me hacen ser quién soy.

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El autoconocimiento es para muchos la principal aptitud de la inteligencia emocional, al fin y al cabo conocernos a nosotros mismos es el primer paso para lograr nuestros objetivos. Creemos que nos conocemos y que sabemos todo acerca de nosotros mismos, pero casi nunca nos paramos a reflexionar sobre nuestros sentimientos, nuestras capacidades y nuestra actitud hacia la vida. Estamos tan ocupados con el trabajo, los estudios, el postureo en Facebook y los emoticonos de WhatsApp que solo nos queda el momento ducha o la fase ay-que-me-duermo-ay-que-no para repasar el amplio espectro de emociones que residen en nuestro interior.

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Tú eres tu mejor amigo. No ese amigo que te dice lo que quieres oír, ni ese que te hace caso durante un minuto como si estuviera haciéndote un favor. No, eres (o deberías ser) ese amigo que te escucha durante horas cuando tienes un problema, que te ofrece su hombro para llorar y te tira una jarra de agua helada encima si hace falta para que te dejes de tonterías. Ese amigo que es tan sincero que le quieres matar pero al que le acabas diciendo “tienes razón” aunque te joda. Ese amigo que te conoce tanto que podría terminar tus frases.

Como ya he mencionado antes, este tipo de inteligencia emocional implica entender quiénes somos, identificar nuestras emociones y aprender a actuar en consecuencia. Dichas habilidades nos van a permitir controlar mejor nuestro comportamiento, resolver los problemas de forma más eficiente y tomar mejores decisiones. Conocer nuestras capacidades y nuestras limitaciones nos permitirá planificar nuevos objetivos de forma realista para evitar frustraciones innecesarias.

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Todo esto suena bien pero, ¿cómo podemos mejorar nuestra capacidad de autoconocimiento?

  • Crea tu diario de emociones

Compra un cuaderno y busca un lugar en el que te sientas relajado para que la tarea te resulte más cómoda. Realiza un balance de las cosas positivas que te han ocurrido durante ese o esos días y cómo te han hecho sentir, pero también es necesario dejar espacio para anotar tus preocupaciones. Puedes añadir objetivos que quieras cumplir a corto plazo. No te olvides de apuntar la fecha para comprobar tu evolución. Si no te ves capaz, no es necesario que escribas cada día porque podrías sentirte desbordado, con invertir dos días a la semana en esta tarea puede ser suficiente.

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  • Haz el ejercicio de la línea de la vida

Dibuja una línea horizontal que represente tu vida y marca un punto en el medio que represente el ahora. Ese punto, obviamente, dividirá el pasado y el futuro. Incluye todos los momentos de tu vida que consideres relevantes en la zona del pasado, y escribe todos tus objetivos de más cercanos a más lejanos en la zona del futuro. Una vez tengas todo eso hecho tienes que reflexionar sobre lo que has vivido, el balance positivo de tu vida, y cómo piensas lograr las metas que te has marcado en el futuro de forma objetiva.

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  • Analiza las distintas áreas de tu vida

Este ejercicio es ideal si notas que estás estancado o que no estás consiguiendo lo que quieres en la vida porque te permite encontrar la raíz del problema.

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  • Pide ayuda

Llega el momento de las confesiones. Pídele a un familiar, a un amigo o a tu pareja que te describa sin pelos en la lengua. Debes estar preparado para escuchar tanto lo bueno como lo malo, por eso es importante no ponerse a la defensiva. Una crítica constructiva nos permite ver nuestros defectos de forma objetiva, por lo que es más fácil valorar si queremos cambiarlos y cómo podemos hacerlo.

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  • Crea un DAFO

Tranquilos, no os estoy hablando en chino. Un DAFO es un ejercicio basado en el análisis de nuestra situación interna y externa. En el apartado interno debes indicar tus debilidades y tus fortalezas, eso que te diferencia de los demás ya sea para bien o para mal. A nivel externo analizarás las amenazas y oportunidades que pueden perjudicarte o ayudarte a la hora de alcanzar tus metas.

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El cambio es una puerta que se abre desde dentro.