Acabo de terminar «Por 13 razones» y me han asaltado, cual Hannah Baker, una cantidad ingente de recuerdos del instituto.  Contar las historias de la adolescencia es siempre complicado porque se entremezclan sentimientos, emociones, flashes, y no recuerdas bien cómo pasó, ni porqué pasó, pero lo que está claro es que dejan huella.

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Mi paso por el instituto fue horrible. Siempre lo he recordado como la peor época de mi vida. Cuando intento explicar lo que sentí, es complicado, nadie me entiende, ni siquiera yo. No tuve tan mala suerte como Hannah: no sufrí bullying, ni abusos, ni insultos.

No sé cómo ocurrió, pero lo único que tengo claro de aquella época es que me quedé sin amigas. O lo que viene a ser lo mismo, quienes fueron mis amigas durante todo el colegio dejaron de serlo. Ni siquiera sé cuál es mi versión de todo aquello, uno no sabe cómo llegan esas situaciones, simplemente ocurrió.

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Y siempre me he culpado por ello.  Porque quedarte sin amigas en el instituto es un drama. Cuando echo la vista atrás siempre me he avergonzado de esa época, de lo mal que lo tuve que hacer, de lo desagradable que fue todo, de lo complicado que fue enfrentarme a esa época sin un núcleo de amigas en las que apoyarme.

Pero ahora, desde otra perspectiva, con la edad, con la experiencia y gracias a la historia de Hannah Baker, me he dado cuenta de que puede que fuera una marginada, pero también fui una valiente.

Fui una valiente, porque a pesar de quedarme sin mis amigas de toda la vida, seguí adelante, día a día.

Fui una valiente porque seguí buscando otros apoyos en los que resguardarme del temporal.

Fui una valiente porque no dejé de luchar por mis objetivos con más fuerza todavía.

Fui una valiente porque no me encerré en casa.

Fui una valiente, porque a pesar de llorar y llorar, nunca dejé de creer en mí.

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Fui una valiente porque fui fiel a mí misma.

Fui una valiente porque no me arrodillé ante nadie.

Fui una valiente porque demostré mucho amor propio.

Fui una valiente porque pedí ayuda a mi familia, aunque no supieran muy bien como dármela.

Fui una valiente porque sabía que quería salir de ahí.

Fui una valiente porque encontré motivos para sonreír.

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Siempre había intentado olvidarme y pasar página de esa época, pero por fin me he dado cuenta que, gracias a esa época, gracias a esa fortaleza y gracias a esa actitud, soy la persona que soy hoy. Gracias al maldito instituto supe con una claridad pasmosa quien quería ser y quien no sería nunca.

Así que hoy tengo que decirle a mi yo del instituto: “estoy súper orgullosa de ti pequeña, fuiste una valiente”.

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Dwayne: A veces quisiera poder dormir y despertar cuando tenga 18 años, saltarme toda esta mierda, el instituto y todo eso. Simplemente saltarla.

Tío: ¿Conoces a Marcel Proust?

Dwayne: Es el tipo que enseñas.

Tío: Seh, escritor francés. Un total perdedor. Nunca tuvo un trabajo en serio. Amores no correspondidos. Gay. Pasó 20 años escribiendo un libro que casi nadie lee, pero es probablemente el mejor escritor después de Shakespeare. Como sea, llega al final de su vida, y mira hacia atrás y decide que todos esos años que sufrió, esos fueron los mejores años de su vida, porque lo hicieron ser quien es. En todos los años que fue feliz, ya sabes, un desperdicio. No aprendió nada. Así que si duermes hasta los 18… Piensa en todo el sufrimiento que te perderías. Uff! El instituto son tus mejores años de sufrimiento. En tu vida sufrirás tanto.

Fragmento de “Pequeña Miss Sunshine”