Si señoras y señores, hablemos de él: del amor no correspondido. O lo que es lo mismo: de un corazón roto,  tristeza,  impotencia,  llanto, rabia y frustración (si, a veces soy un poquito dramática…).
Este tipo de historias suelen cumplir siempre un patrón similar: conoces a alguien, te gusta (puede que ni siquiera sepas por qué), y lo que empieza “de broma” se acaba convirtiendo en un problema. ¿Por qué? Porque tus sentimientos (un poquito irracionales casi siempre) no han tenido en cuenta la otra parte de la ecuación. Esa parte que ni siente ni padece, que no sabe que te estás metiendo  en el barro hasta el cuello (o que le da igual), que va a su bola y le preocupa más saber qué va a cenar noche que el hecho que tu estés en tu casa llorando más que una protagonista de telenovela.
Creo que estaremos de acuerdo en que nos toque el papel que nos toque, estas situaciones siempre son una putada (aunque puestos a elegir, que me toque a mi ser la que no llora, please).
Pero, ¿tiene la culpa la otra persona de que nos enamoremos de ella a lo kamikaze y no seamos correspondidos? ¿Hasta qué punto podemos o debemos martirizarnos con “lo que podría haber sido y no fue”? ¿Por qué nos encabezonamos tanto en cosas que sabemos que no son posibles y buscamos la más mínima esperanza?
En mi opinión estas respuestas dependen de la situación y la persona a la que nos enfrentemos (y  luego están esos seres que no comprende ni el tato, en esos jardines yo ya no me meto…).
Os cuento un poco cuáles son (según mi experiencia) las situaciones más comunes:
Cuando él es un pasota “empanao”: ocurre cuando el espécimen en cuestión se caracteriza por no enterarse de nada de lo que está ocurriendo delante de sus narices. Si siempre ha sido cordial contigo, te ha reído alguna gracia o tenéis una relación de colegueo sin más…no te flipes amiga, no suele significar nada. Nada de nada. Puede incluso que si se hubiera dado cuenta habría tenido más cuidado con según qué actitudes. Si te has pillado ya, distanciate un poquito a ver cómo reacciona y analiza entonces la situación (quizá incluso te venga bien para no ir enterándote de todos esos rolletes que se va echando y dejar de hacer el papel de madre y/o amiga). También puedes decidir tener una conversación con él…pero prepárate para una posible cara de “¿Qué coño me estás contando?”.
16454_10152570310109109_2078762635888063410_n
Esa historia en la que empezáis como follamigos: pfff… estas son las más peligrosas de todas.  Crees que tienes la situación controlada, que es sólo sexo, que tenéis una confianza y un buen rollo bastante guays y que mola aprovecharlo. Pero luego empiezas a acordarte de él cuando no deberías, a echarlo de menos más de la cuenta o a ponerte un poquito “taquicardicacelosa descontrolada” (si, voy a inventarme este término) cuando no deberías. Y recuerda que legalmente, según el acuerdo que tenéis establecido, no puedes sentir “esas cosas”. Cuando te sales de este tipo de contrato sólo tienes dos opciones: o que te lo renueven con mejores condiciones o presentar una carta de renuncia. No alargues más esta agonía guapi, si no lo hablas cuanto antes acaba escociendo demasiado, y casi nunca acaba bien. Ah, y ya sé que cuesta que te cagas (lo sé)… pero más vale un disgusto a tiempo que una depresión profunda con destrucción de autoestima incluida.
Cuando te enganchas con el típico mentiroso asqueroso: estos son quizá los más difíciles de detectar. Te prometen el oro y el moro, pero al final son sólo unos cabroncetes con palique. Nunca te dicen que no, pero te tienen a raya (no te vayas a pensar que te quiero o algo de eso… loca, que eres una loca). Tampoco muestran interés en ti casi nunca pero cuando por fin decides irte y mandarlo todo a la mierda, vienen corriendo a salvar la situación (vamos, que vuelven a conseguir  que te conformes con migajas esporádicas). Frases del tipo: “Tengo ganas de verte”, “¿Qué te pasa que estás tan distante conmigo? O “Hola guapa, a ver cuando quedamos para tomar algo (un disgusto, por ejemplo)”; son los enemigos de los que hay que huir. Y… ¡eh! No te vengas arriba que el ciclo vuelve a empezar. Seamos realistas, no tienen nada mejor en ese momento y tiran de agenda cuando les da la gana. Huye de aquí cuanto antes y da carpetazo amiga… porque estas rodeada de unas muestras de interés más falsas que las risas enlatadas de las series americanas.
 “Ohhh él te ama…y el chocolate no engorda”
Te toque la situación que te toque, todas se caracterizan por hacer sufrir a alguien y tener como única solución real una conversación “incómoda” (o tenerlos muy bien puestos y ser capaces de cerrar el libro sin terminar cuando sabes que no te conviene este jaleo). Y obviamente, todas estas situaciones se pueden dar también a la inversa.
Sea como sea, suerte y ánimo con las vuestras. Y el día que alguien descubra el método definitivo para no cagarla una y otra vez con este tema, que me llame porfi, que la/le invito a un café.

Alba Sánchez