Dejas de contar los días

Al principio no puedes evitarlo: hace una semana que lo dejamos, hace cuatro días, tres horas, siete minutos y veinte segundos de su último mensaje, hoy es día 8, como la primera vez que nos besamos, mañana cumpliríamos siete meses y seis días juntos. Todas las fechas, números y situaciones te recuerdan a él. Hasta que se te empiezan a olvidar los aniversarios tontos, las fechas con las que antes te torturabas, y te descubres a ti misma diciendo ‘ahora que lo pienso, se me ha olvidado que la semana pasada habría hecho tres años con Fulano’.

Empiezas a desprenderte de sus objetos personales

Esta etapa suele comenzar cuando aceptas que no es higiénico seguir durmiendo con su camiseta -previamente usada por Él- durante más de diez días, y te obligas a ti misma a meterla en la lavadora a regañadientes. Pronto acabarás metiendo en una caja todas esas cosas que te recuerdan a él: entradas de conciertos, regalos que te hizo, fotos y toda serie de objetos de los que te negabas a desprenderte en un principio. Puede que un día te sientas preparada incluso para devolvérselos… aunque tampoco es muy necesario.

 Te escribe borracho y en vez de hacerte ilusión, te da pena

Antes, tus amigas tenían que estar alerta toda la noche por si acaso se te ocurría sacar el móvil del bolso y escribir uno de esos mensajes que todos sabemos que es mejor que nunca, nunca, vean la luz. Ahora, es él quien te escribe a las tantas de la madrugada para decirte que te echa de menos, pero las mariposas de tu estómago ya no están ahí para recibirlo: sólo eres capaz de pensar ‘pobrecillo, no es capaz de superarlo, debe ser duro para él’.

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Te ríes de las situaciones que antes te dolían

Discusiones que suben de todo, echarse cosas en cara, sacar a la luz los defectos y trapos sucios del otro… las rupturas traen consigo cosas muy poco agradables, y al principio no puedes evitar que te afecten, te duelan y te hagan sentir horrible. Hasta que llega ese momento en que te enteras de que te está poniendo verde y te importa tan poco que solo puedes estallar en carcajadas.

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Las canciones de amor ya no solo hablan de él

Las has cantado TODAS mientras llorabas amargamente. Las de corazones rotos, las que le pedían que volviese, las que decían que no te merecía y por supuesto, tus favoritas para auto flagelarte: las que decían que el mundo carecía de sentido sin Él. Todas y cada una de las canciones del mundo contaban vuestra historia. Hasta que ya no. Un buen dia vueves a encender Spotify, aún temerosa, y te das cuenta de que ya no todas dicen su nombre. De que puedes volver a escuchar música que te ponga de buen humor. Con el paso del tiempo,  es posible que TODAS las canciones del mundo hablen, de repente, de otra persona. Pero para eso aún es pronto.

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Puedes volver a ver películas románticas.

Lo cierto es que, como con las canciones, ya las has visto TODAS. Y ha sido horrible. Has llorado hasta agotar todas las reservas de clínex de la ciudad mientras pensabas en que nunca llegará a tu vida un amor como el de Hollood. Te sabes todas las comedias románticas de pe a pa, pero no sabes por qué las llaman comedias, si a ti sólo te hacen llorar. Hasta que una sea especiamente graciosa, tú te hayas quedado sin lágrimas y por fin, por fin, vuelvas a disfrutar.

 

 Dejas de chequear sus redes sociales obsesivamente

Todas lo hemos hecho en algún momento, como si de un ritual se tratase. Despertar y abrir su facebook, su titter, su instagram por si ha pasado ALGO. No sabemos bien el qué, pero ALGO. Acostarnos y hacer lo mismo. Más un par de veces durante el día si tenemos tiempo. Sí: es agotador y encima no suele dar demasiados frutos. Y qué bien cuando nos olvidamos de llevar a cabo nuestro ritual por estar ocupadas… disfrutando de a vida.

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 Vuelves a aceptar que es un ser humano (aunque uno despreciable)

Tras la ruptura, decidiste que era hora de olvidar su existencia. Lo borraste de tus redes sociales, de deshiciste de su número de teléfono y no volviste a pasar por ninguno de los lugares que solía frecuentar. Para ti, se había convertido en un alienígena sin corazón de regreso a su planeta. Vivías feliz fingiendo que ya no existía y prohibiendo a todo el mundo mecionar su nombre.

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