Seguro que imagináis de qué va esta entrada pero vamos a plantearlo desde otro punto de vista, parecido a este de Ariamsita, y os comentaré el auge y caída (sí, tiene final feliz) de mi complejo de tamaño con el pene. ¿Que si está justificado o no? En realidad, es casi lo de menos.

Este tema, como muchos otros, nace en los vestuarios. Yo iba a piscina desde pequeño y todo fue bien hasta que otro de los niños dijo «¡Ah! Mira qué pequeña la tiene». A partir de ahí estás jodido, porque empiezas a fijarte en los demás y ves que efectivamente eres el que la tiene más pequeña de los presentes. Lo único bueno de ello es que acabas cambiándote en los vestuarios a una velocidad de vértigo y claro, tu madre encantada porque no tiene casi que esperarte después de piscina.

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Por supuesto, irá a peor. Con la llegada del verano vas a la playa y los niños pequeños van sin bañador y claro, miras con horror para descubrir que te ganan bastantes. De ahí no levantas cabeza, os lo aseguro. Te persigue hasta que descubres que te empalmas y que eso crece bastante más de lo que te imaginabas -en serio, que alguien le explique a niños, y no tan niños, la diferencia entre pene de sangre y de carne- y más o menos te quedas tranquilo, aunque sigues muriéndote de vergüenza si tienes que darte desnudo delante de alguien.

Esta aparente tranquilidad no durará mucho porque te adentrarás en el mundo del porno y lo que calzas no se parece en nada. Si has tenido suerte alguien te habrá explicado que la pornografía no se parece en nada a la realidad. Pero claro, recordando los vestuarios no te lo crees porque nadie te ha explicado que tienes un pene de sangre y piensas «Si a mí me ha crecido tanto, mis compañeros lo tendrán como los de las películas».

Ahora empezamos con los agobios de verdad, nunca vas a poder satisfacer a una mujer. Acabarás con una a la que le guste cómo eres y cruzas los dedos para que no necesite irse mucho con otros para disfrutar. No creo que haga falta decirlo, pero que un niño de 11 años acabe pensando eso no es sano. En mi caso, por suerte, acabó aterrizando en mis manos la saga Los Hijos de la Tierra y descubres que hay un mundo aparte de la penetración. Así que si me lo curraba mucho quizá consiguiera que alguna se quedara.

Después empieza el proceso en el que se alternan cosas buenas y malas. Las chicas de clase empiezan a hablar de cómo les gustarían más las pollas (que no se diferencia mucho de aquí, y ya os adelanto que el mío es «no satisfactorio», aunque aparece). Esa chica de talla grande que le ha dicho su amiga del alma que una postura es increíble pero claro, resulta que no llegas bien y acto seguido te aprendes todas las posturas para penes pequeños que encuentras por internet (la del héroe y derivados nunca me ha fallado) a ver si consigues apañar algo.

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O ese estudio que dice que las mujeres quieren hombres, entre otras cosas, pene flácido de 13 cm y tú no llegas a esa talla empalmado. Por cierto, que ese hombre de medidas «perfectas» no existe, los hombres no somos los únicos que tenemos cánones de belleza imposible. Y acabamos con esa chica que era virgen y anorgásmica por lo que le acabas diciendo que se acueste con otro y así poder descartar que sea por problemas de tamaño. Por cierto, a una se le ocurrió hacerme como en la película «La cosa más dulce» a mitad de un polvo y conseguí mantener la erección por poco, eso sí, de correrme ni hablar.

Pero acaban pasando cosas buenas. Ese polvo absolutamente épico(+18) que no olvidaré en la vida. Aquella exnovia que se fue con un mulato bien dotado pero que te llama después porque solo tú sabes follártela en condiciones. Esa otra que te llama «manos mágicas» o la que te dice que por favor enseñes al resto de hombres cómo hacer sexo oral. La que da gracias al cielo por encontrar una que no le hace daño o simplemente por momentos tan hilarantes como estar haciendo anal y que se convierta en una escena de Californication (el 6×06 concretamente).

Al final acabas creyéndote que cuando dicen «el tamaño no es importante» es cierto, que es en todo caso una compatibilidad de tamaños entre ambos (amigas que acostándose con el mismo a una le duele y la otra no nota casi nada). Que importa más ser consciente de lo que manejas y saber usarlo, bien por exceso o por defecto. Y por supuesto, que el sexo es mucho más que la penetración.

Aunque ya ni me pongo nervioso cuando voy a desnudarme delante de una mujer aún me queda por avanzar. Si algún día vais por una playa nudista y veis a alguien con el pene bastante pequeño, quizá sea yo. Estoy bastante seguro de que algún día seré yo.

Autor: Héctor Sexreto