Hola, soy yo.

Supongo que te sorprenderá esta carta, pero tenía ganas de hablarte, por una vez, sin arrobas ni gemails ni interferencias de skype. No llevo ni dos líneas y ya estarás pensando “ay que hipster es mi chico”, pero la verdad es que no hace tanto tiempo que la gente que se amaba desde lejos, lo tenía que hacer por carta. ¡Qué proceso tan bonito, ahora que lo pienso! Debían condensar sus vivencias y lo que sentían, enviarlo y esperar todo el tiempo en que la carta viajaba, llegaba, cumplía su función y daba lugar a una carta nueva en la dirección contraria. Me imagino a los amantes, abriendo millones de veces al día sus respectivos buzones (porque los buzones no envían notificaciones al móvil) y sintiendo, en el momento en que encontraban por fin un sobre allá adentro, como todo su mundo cobraba sentido de nuevo. Entonces era su turno de volver a empezar aquel ciclo infinito que, a pesar del resto de su existencia, era lo que, al final, les daba la vida. Bien, pues todo esto que te explico es lo que espero que hayas sentido al abrir tu buzón, como siempre esperando facturas telefónicas o cualquier panfleto publicitario, y te hayas encontrado con un trocito de mi.

Sería mentira decir que estoy mal. Ya sabes que tengo un trabajo más que bien pagado, y una ganga de pisito en el centro. El invierno en Praga es precioso, a pesar del frío. El otro día, como todos los jueves, fui a hacer la compra de la semana, y me di cuenta de que mi checo estaba mejorando mucho cuando me sorprendí a mi mismo entendiendo perfectamente una riña entre una pareja. Discutían mirando entre las bolsas, se culpaban mutuamente porque uno de ellos había olvidado haber olvidado comprar yogures.

Espero que me perdones, yo ni tan solo sé que yogures te gustan a ti.

Me gustaría mirarte a los ojos por una vez sin interferencias ni problemas con el router. Me gustaría mirarte a los ojos y ver unos ojos sin pixelar.

Hace casi tres años que me tuve que marchar. En total en este tiempo nos hemos visto 23 días, 18 horas y 53 minutos. Pero yo te quiero desde lejos, sin tener en casa tu cepillo de dientes, que me recuerde que te tendrás que quedar a dormir con cualquier excusa. Te quiero sin sábados por la noche de marcha con los amigos, sin resacas de domingo, sin pelis y sin manta. Te quiero de una forma digital, demasiado saturada de doblechecks y whatsapp; y harto de eso te envío esta carta, porque la podrás tocar, y yo la habré tocado antes. Porque he escrito tu nombre y escrito tu dirección, sin puntos y sin coms. Sin Arial Black. Sin Times new roman. Sin miedo. Sin miedo a que olvides mi olor, o como me gusta tomar el té, con azúcar de caña y una nube de leche fría. Sin miedo a que todas las veces que me dices que te gusto sea mediante la manita de facebook. Sin miedo a que siempre que estés de acuerdo conmigo, sea mediante retweets. Y sobre todo, sin miedo al futuro. Con menos miedo, incluso, que cuando me tuve que ir con aquella oferta bajo el brazo que tenía tan buena pinta. El viaje del héroe es un trámite que fortalece, pero ambos sabemos, que al final de la Odisea Ulises vuelve con Penélope.

Es irónico; dicen que los jóvenes nos marchamos a buscarnos la vida y a nadie se le ocurre pensar que quizás algunos ya la habíamos encontrado. Que la vida no es un sueldo; y que hay que buscarse la vida, donde esté quien nos la da. Y yo quiero discutir contigo por ver quien ha olvidado comprar el yogur. Todo el mundo te dice lo valiente que eres por haberte ido, pero solo unos pocos te pedirían que vuelvas. Así que baja al buzón, con los mismos nervios que los amantes del siglo pasado, y antes de decir que me he vuelto completamente loco, dame un beso, de los de toda la vida. Sin smileys y sin wifi. Y recoge el otro trocito que hay aquí de mi.

Al fin y al cabo, ¿cuántas cartas has visto tu que lleguen sin sello desde Praga?

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