Que el amor en pareja tiene fecha de caducidad, es (en múltiples ocasiones) una realidad tan inapelable como que la Tierra es esférica. Puede que haya algunos afortunados que aciertan a la primera en su elección de pareja, y que se las arreglan para convertir su vida afectiva en una aventura vital única (de hecho también existen algunos “conspiranoicos” que siguen afirmando que nuestro mundo es plano pero todos sabemos que el “vivieron felices para siempre” es algo que cotiza a la baja).

Lo normal es otra cosa… ¿Pero qué es lo normal? ¿Enamorarte tras un divorcio de una chica que ronda los 100 kilos y que lleva minifaldas de vértigo que atraen las miradas de media urbe es normal? Para muchos me temo que la respuesta es “no”.

Para esos, lo normal es acercarse y decirle de forma condescendiente: “¡Qué carita tan preciosa! ¡Lástima que estés gordita!”. Poco importa que quien suelta esta perla lleve una vida de mierda, y llore por las noches en soledad, bien sea con o sin compañía en la cama.

Para esos, lo normal es decirle (sin que nadie les haya pedido su opinión): “Adelgaza un poco, guapa. No es que a mí me importe, pero es que la gente es muy mala, ya sabes…”. Obviamente tampoco puede fallar el :“que conste que lo digo por tu salud”.

Uno va por la calle de su mano, feliz como un niño el primer día de vacaciones, y la observa sonriendo, avanzando resplandeciente como un rompehielos en el mar del norte de los convencionalismos. Los icebergs van quedando a los flancos. Uno dice: “¡Cómo se le ocurre ponerse ese vestido!” Otro comenta: “¿Has visto que escote lleva esa gorda?” Un tercero se asombra: “Pero si él debe ser 12 años más viejo que ella”.

Juntos les barremos sonriendo en nuestra derrota.

En ocasiones resulta hasta cómico. Hay que ver a alguna amargada en vida (eso si dentro de una talla 36) golpear a su pareja con el codo al cruzarse con nosotros por la calle. Hay consortes (que yo lo he visto) que a punto están de comerse una farola mientras le miran el escote vertiginoso con el rabillo del ojo y piensan una y mil maldades. ¡Ay, si darse la vuelta no les costase el divorcio! Es hasta triste ver como les dan la razón a su “wannabe” de Victoria Beckham por no liarla parda.

Ella en cambio tiene la mala costumbre de ser feliz, y hacer feliz con su sonrisa y su enorme corazón a todo el que se le acerca. No quiero caer en el pasteleo, así que solo diré que es preciosa por fuera y por dentro. Adoro su coherencia, su laboriosidad, la ilusión con la que invierte buena parte de lo que gana en seguir formándose. ¡Su trabajo es su pasión!

Seguramente no es perfecta, porque la perfección debe ser aburridísima e íntima amiga de la rutina. De hecho tiene mucho carácter, y no es para nada crédula. Entiende y detecta la maldad como cualquiera, pero tiene un “superpoder” vaselínico que le vuelve inmune a los cotilleos. La vida es lo más grande que uno tiene y solo tenemos una, así que ¿para qué meterse en la de los demás? Muchos dirán que es una chica rara que no se adapta, yo prefiero decir que es la persona más libre que conozco. Y es que conseguir que a uno se la sude lo que la gente murmure es especialmente difícil cuando se vive en una ciudad de menos de 100.000 habitantes.

Va a hacer 10 meses que Azucena entró en mi vida como un vendaval, y hoy que cumple 35 primaveras, soy yo quien me felicito por haber podido conocer a una persona única, capaz de contagiar su fé inalterable en el futuro.

Tal vez nunca me acabes ese corte de pelo que debe convertirme en George Clooney, amor. En realidad yo soy el primero que no quiero que lo acabes, para pasarme la vida contigo entre intento e intento. A tu lado hasta un simple paseo se convierte en un viaje a Ítaca.

Muchas gracias a WeLoverSize, su blog favorito, por permitirme decirle al mundo que la amo en un día tan especial para ella.

Azucena y yoUna pareja de guapazos, y yastá <3

Autor: Miguel Artime (Maikelnai’s Blog).