Hola. No sé quién eres. Ni cómo te llamas ni de qué color tienes los ojos. No sé absolutamente nada de ti, salvo que ahora ocupas mi lugar. Un lugar que pensé que sería mío durante muchísimo tiempo. Un lugar al que llamé hogar. Solía dar las gracias a la vida por poder despertarme cada día a su lado y ahora son tus ojos lo primero que ve al amanecer. Ahora es tu presencia la que ocupa todos los rincones de la que una vez fue nuestra casa. Es tu piel y no la mía la que acarician las yemas de sus dedos. Y supongo que tengo que fingir que no me importa. Que me da igual que te aprendas de memoria los lunares de su espalda. Que haga vuestros los sitios que un día conquistamos.

Me gustaría decirte que todas y cada una de sus sonrisas serán forzadas, que jamás escucharás el sonido de su risa, que todas sus aristas, todos sus bordes y vértices, serán siempre míos.

Pero sé que no es cierto. Sé que lo harás feliz, quizás más feliz de lo que yo nunca pude hacerlo. Para serte sincera, os he imaginado de mil maneras diferentes. Tú tumbada en la cama, apoyando la cabeza en su pecho, como tanto me gustaba hacer a mi. Solía pensar en lo maravillosa que era la forma en la que mi cabeza encajaba en el hueco de su hombro. O él rodeándote la cintura con sus brazos, como si no quisiera soltarte nunca. Incluso la forma en la que hundirías tu mano en su pelo, acariciándolo.

¿Cómo puede estar bien algo que se siente tan mal?

Soy consciente de que mi presencia ahora lo inunda todo. Que te cuesta luchar con el fantasma de mi ausencia. Y no te culpo, yo una vez lo signifiqué todo. Aunque todo lo que signifique ahora sea  nada.

Espero que entiendas el sentimiento de pérdida, el vacío que amenaza con devorarte por dentro cuando pierdes algo que siempre sentiste tuyo. Aún así, no pienses que te odio. No puedo culparte por entender la manera en la que él es capaz de iluminar cualquier habitación. Por desear con tanto  ímpetu algo que yo también quise. Sólo espero que seas consciente de lo afortunada que eres, que cada célula de tu cuerpo se enamore completamente de él, que seas capaz de borrarle los estragos que yo le causé. Ojalá  yo pudiera olvidarme también de que nuestra historia fue sólo el imperfecto del verbo ser.