La vida se ha vuelto silencio y las sonrisas frío. Y entre desvarío y desvarío ese anhelo tuyo, ese anhelo mío. 

Que lo que duró duró y mientras tanto soñé con la eternidad o como mínimo con que durara un poquito más. Un poquito mas mío, un poquito más tuya, un poquito más nuestro, pero por favor, pensaba yo, que siga durando un poquito más.

No me dabas todo de ti pero, si todo lo que podías y de verdad que con eso me valía. El resto iba llegando poco a poco cuando dejaba de dolerte, de asustarte y yo celebraba tu confianza como el mejor de los regalos.

Me hiciste sentir calor donde mis terminaciones se habían vuelto tierra inerte. Ahora no siento ni el frío del hielo que me quema el corazón.

-Me gusta todo de ti, hasta tus imperfecciones- dijiste. Juro que en ese momento me creí a salvo de algo que no sabía que tuviera que ser salvada.

Prometo que me quiero, que puedo ser feliz sin ti y que se disfrutar de lo bueno de las cosas pese a no tenerte, pero la vida tenía muchos más matices, pinceladas de colores más vivos y notas musicales más armoniosas cuando estabas tu. Cuando podía compartir lo que tengo y lo que soy contigo.

Ahora me despido. No sin antes pedirte que dejes de esconderte hasta de ti mismo, que el mundo que ocultan tus ojos cambiantes tiene más vida de lo que piensas y que tienes tanta capacidad para amar, que aunque pueda doler, pequeño siempre, siempre merecerá la pena.