Siempre creí que los orgasmos vaginales eran como los billetes de dos dólares: sabía que existían, los había visto en las películas, pero nunca había visto uno en persona. 

La mayoría de mis amigas, cuando hablaban de sexo, decían que con un buen empotramiento se corrían tan a gusto. Pero yo nada. Ojo: disfrutaba muchísimo del sexo, me lo pasaba increíble en cada momento, pero correrme-correrme mientras me la metían, nada. O me comían el chichi en condiciones o, sencillamente, no me corría. Mis amigas decían que no había estado con nadie que me follase bien y me parecía preocupante. ¿Podía ser cierto?

Por esa razón nunca creí en los dildos. Yo pensaba: si no me corro con una polla hecha de acero para los barcos, ¿cómo me voy a correr con una polla de plástico? Para mí, los dildos eran geniales para jugar y experimentar en pareja, pero para usar sola, no le veía el sentido.

Hasta hace unos meses que cobró TODO el sentido. 

Veréis: empecé a quedar con un tío al que le ponían mucho los juguetes en la cama, así que empezamos a usar bolas chinas, huevos Tenga… de todo. Nos hicimos con un dildo que vibraba y giraba, y empezamos a usarlo cada vez que estábamos juntos. A él le gustaba mucho verme usarlo así que empezamos a jugar así… Y OMG.

Gracias al dildo descubrí la velocidad, la profundidad, la intensidad y la posición que necesitaba para correrme vaginalmente. Supongo que a muchas chicas les costará menos –mientras que a mí me cuesta muchísimo– pero gracias al dildo descubrí cómo necesitaba ser follada para correrme como dios manda.

La relación con este chico no fue a más, pero mi propia relación con mi cuerpo sí. Desde que lo dejamos el dildo se ha vuelto mi mejor amigo en las noches que me pillan cachonda, y he aprendido a correrme de una manera MA-RA-VI-LLO-SA. Mejor aún, cada vez que estoy con un tío ya sé cómo necesito moverme (o cómo pedirle que se mueva) para correrme como una diosa. Cuando lo comento con mis amigas bromeo diciendo que el chico de los juguetes me «desbloqueó los chakras» en cuanto al sexo y es que,  hoy por hoy, me corro de maneras en las que jamás me había corrido antes. Sin embargo el mérito no es sólo del tío, sino también mío, por haber descubierto cómo funciona esa parte de mi cuerpo.

Lo que he aprendido de mi experiencia con los dildos y mis recientemente descubiertos orgasmos vaginales es que, para que el sexo mole mil, no necesitamos a un tío «empotrador» o un tío «que sepa follar». Lo que necesitamos es conocer nuestro cuerpo como nadie y hacer lo necesario para disfrutar como las que más: la responsabilidad no es más que nuestra. No tengamos miedo de experimentar con él ya sea con dildos, juguetes varios o lo que necesitemos… Como dice la Martirio, hay que «dejarse llevar, que el cuerpo no tiene la culpa de ná»