Llevo un tiempo escuchando en bucle la canción de «Hey there, Delilah», de Plain White T’s. Es una de mis canciones favoritas, que la canto de memoria, pero jamás me había parado a escuchar la letra y habla de la fuerza de las relaciones a distancia, de los sentimientos de «no me voy a dar vencido por unos puñeteros kilómetros», de la vida que gastas en autobuses, trenes, aviones… por ver a la persona que quieres. Las relaciones a distancia son de aquéllas cosas de la vida que sólo sabe explicarlas quien las ha sentido y que sólo las entiende quien las ha vivido.

Te toca encontrar mil razones y motivos por los que «esto debe funcionar, porque sí, porque le quiero» y se los recitas a tus amigos con la mejor cara de abogada del diablo. Tus amigos, que tienen sus parejas a máximo media hora de casa, te dan una palmadita en el hombro y te compadecen. Otros (envidiosos) te dicen que te va a salir como el culo y que te vas a estrellar. Que si no le echas de menos (¿Tú qué crees, joder?), que si no es demasiada distancia (Te aseguro que me duele más no verle que el culo después de 10 horas de tren)… Recuerdo uno que me dijo muy seriamente que se me iba a cerrar el orificio vaginal de no … Como os lo cuento.

Siempre eres el pico del grupo y estás deseando llegar a casa porque sus cosas no te interesan, te interesa la persona que está a muuuuuchos km de ti y punto y final. Aunque sólo sea para contarte que está haciéndose la cena o viendo Cuarto Milenio. Yo llevaba en el bolso 20 baterías externas, porque cualquier mensaje era tenerle cerca y si se apagaba el móvil entraba en pánico. El móvil se vuelve el objeto más preciado de los individuos de la relación y Hangout, Whatssap, Twitter, Instagram,… pasan a ser tus mejores amigos. La comunicación es el pilar de la relación. Sin comunicación, morirá. Y, además – y siento el uso alegre de mayúsculas – COMUNICACIÓN DE CALIDAD. Quicir, hablar de sentimientos, no escatimar en «te quieros», «te echo de menos» ni «qué guapo estás en esa foto» ni «ay, lo que te hacía en estos momentos». Ten en cuenta que las palabras no van a sustituir sonrisas, besos o caricias ni demostraciones de amor, así que no vale palabras vacías y carentes de emociones. La única forma que tiene la otra persona de saber que la quieres – la mayor parte del tiempo – es a través de una tecnología de la información y tienes que saltar esa barrera. La comunicación te irá dando poco a poco la confianza, porque hablar es conocer y vosotros tenéis que hablar mucho (o así debería ser). 

Sin embargo, todas estas neuras iniciales se pasan, te vas acostumbrando a que pasen horas y días sin verle, tienes el calendario que ya no le caben más cruces en fosforito… y por fin el día del mes que toca llegar a esa estación. Te palpita el corazón a mil por hora y cuando pones un pie en ella, ya no te acuerdas de que tienes culo-carpeta. Y todo esto es llevadero porque te autoconvences de que «va a ser temporal, va a ser temporal» rollo mantra. Porque el núcleo de toda relación a distancia es ponerle fecha límiteNecesitas una fecha final de este calvario, de no poder tocarle ni besarle ni hacer el amor ni desayunar juntos ni cenar ni cine ni pasear …Una fecha que suponga ya no tener que despedirte más. 

Pero a mí todo el tiempo separados me compensaba cuando le veía, me daba igual salir a cenar que quedarme todo el día en la cama viendo maratones de películas. Me daba igual no elegir las películas ni el restaurante. Esa es una cosa buena de las relaciones a distancia: que cuando os veis no malgastáis el tiempo en discutir y pasáis juntos 24h, aprendiendo a convivir. Da igual el plan secundario porque el plan principal es ESTAR JUNTOS. Y ya está.

También os diré que no todo el mundo es capaz de soportar una relación a distancia. Hay que estar muy enamorado y tener un convencimiento absoluto de que la otra persona merece la pena, ya que este tipo de relaciones necesitan de muchos sacrificios personales en aras del bien común. Hay que aprender a tener paciencia y a tener claro que cualquier sentimiento de pena, tristeza o añoranza, o un momento difícil en la vida, no ha de alejarte del otro (que también tiene sus momentos así y es lógico y normal), sino hablarlo y apoyarle y comprenderse. Una cosa es la distancia física y otra la emocional. Cansarse de la distancia y romper con todo lo construido será la opción más sencilla muchas veces. Abandonar es la opción más sencilla. Y huir será la salida más sencilla. Pero es que estas relaciones NO SON SENCILLAS. La mochila de la distancia pesa muchísimo y tiene que llevarse entre dos, de lo contrario acabará rápido. Se trata de saber en qué dirección caminamos y que demuestres que, por muchos baches que haya y ralentices el paso, no renuncias a lo que día a día has conseguido con el otro. De hecho, suelen ser relaciones que, si triunfan (entendamos por triunfar dejar de conjugar «relación» con «a distancia») son sólidas, porque las dificultades y obstáculos os hacen más fuertes.

Si me preguntas si me volvería a meter en este tipo de relación, pues te diría que depende. Depende de la valía de la persona por la cual hago este sacrificio y si veo una vida en común con él en un futuro, depende de si la distancia es excesiva, de si estamos en el mismo país o no, de a qué tengo que renunciar, de si me puedo permitir viajar a menudo (tiempo y dinero), del idioma, y de si hay posibilidad de acabar con la distancia el día de mañana.

¿Y tú?

Autor: Elena M