Llevo un tiempo escuchando en bucle la canción de «Hey there, Delilah», de Plain White T’s. Es una de mis canciones favoritas, que la canto de memoria, pero jamás me había parado a escuchar la letra y habla de la fuerza de las relaciones a distancia, de los sentimientos de «no me voy a dar vencido por unos puñeteros kilómetros», de la vida que gastas en autobuses, trenes, aviones… por ver a la persona que quieres. Las relaciones a distancia son de aquéllas cosas de la vida que sólo sabe explicarlas quien las ha sentido y que sólo las entiende quien las ha vivido.
Te toca encontrar mil razones y motivos por los que «esto debe funcionar, porque sí, porque le quiero» y se los recitas a tus amigos con la mejor cara de abogada del diablo. Tus amigos, que tienen sus parejas a máximo media hora de casa, te dan una palmadita en el hombro y te compadecen. Otros (envidiosos) te dicen que te va a salir como el culo y que te vas a estrellar. Que si no le echas de menos (¿Tú qué crees, joder?), que si no es demasiada distancia (Te aseguro que me duele más no verle que el culo después de 10 horas de tren)… Recuerdo uno que me dijo muy seriamente que se me iba a cerrar el orificio vaginal de no … Como os lo cuento.
Sin embargo, todas estas neuras iniciales se pasan, te vas acostumbrando a que pasen horas y días sin verle, tienes el calendario que ya no le caben más cruces en fosforito… y por fin el día del mes que toca llegar a esa estación. Te palpita el corazón a mil por hora y cuando pones un pie en ella, ya no te acuerdas de que tienes culo-carpeta. Y todo esto es llevadero porque te autoconvences de que «va a ser temporal, va a ser temporal» rollo mantra. Porque el núcleo de toda relación a distancia es ponerle fecha límite. Necesitas una fecha final de este calvario, de no poder tocarle ni besarle ni hacer el amor ni desayunar juntos ni cenar ni cine ni pasear …Una fecha que suponga ya no tener que despedirte más.
Pero a mí todo el tiempo separados me compensaba cuando le veía, me daba igual salir a cenar que quedarme todo el día en la cama viendo maratones de películas. Me daba igual no elegir las películas ni el restaurante. Esa es una cosa buena de las relaciones a distancia: que cuando os veis no malgastáis el tiempo en discutir y pasáis juntos 24h, aprendiendo a convivir. Da igual el plan secundario porque el plan principal es ESTAR JUNTOS. Y ya está.
Si me preguntas si me volvería a meter en este tipo de relación, pues te diría que depende. Depende de la valía de la persona por la cual hago este sacrificio y si veo una vida en común con él en un futuro, depende de si la distancia es excesiva, de si estamos en el mismo país o no, de a qué tengo que renunciar, de si me puedo permitir viajar a menudo (tiempo y dinero), del idioma, y de si hay posibilidad de acabar con la distancia el día de mañana.
¿Y tú?
Autor: Elena M