¡Qué importantes son las conexiones, más aún en los tiempos del wifi! Pero hoy no vengo a hablaros de movidas tecnológicas (ni nunca, que yo todavía hago cuentas con ábaco y tan ricamente) sino de algo más fisiológico… o quizás espiritual. Algo más personal, al fin y al cabo.

Nadie me negará que tanto las relaciones amorosas como nuestra forma de relacionarnos en general ha cambiado radicalmente en los últimos años. Las que seáis de mi quinta y os echaseis vuestros primeros novios gracias a que una amiga les pedía salir por vosotras me daréis la razón en que jamás se nos hubiera pasado por la cabeza acabar ligando a golpe de clic gracias a aplicaciones como Tinder.

Sin embargo, aquí estamos. Haciendo uso de toda red social habida y por haber para «conocer gente». A mí, que soy una persona bastante echá p’alante, no me cuesta demasiado conocer gente. En una fiesta, en un concierto, ¡en un Blablacar!, he tenido la oportunidad de coincidir con personas muy agradables. Y a la hora de ligar, lo mismo. Pongo de mi parte, doy el primer paso, digo el primer «hola»…

Y sí, he conocido a mucha gente, unos más interesantes, otros menos, unos más listos, otros más tontos. Sin embargo, ninguno de esos conocidos ni los buenos ratos que pasaste con ellos puede compararse al descomunal impacto que recibes cuando conectas con alguien. 

Look_of_love

Supongo que todos sabéis de lo que estoy hablando. El día que menos te lo esperas se cruza en tu camino una persona a la que no conoces de nada y con la que te sientes tan a gusto como si os conocierais de toda la vida. En tan solo unas horas lográis crear una confortable atmósfera en la que sois capaces de hablar de cualquier cosa y, sobre todo, de reíros de cualquier cosa. 

Habéis conectado. Tú lo sientes y seguramente la otra persona también. No podéis explicar cómo ha pasado ni existe una fórmula mágica para conseguir esa conexión. Simplemente pasa, como cuando entras a tu bar favorito y automáticamente se te conecta el wifi, solo que esta conexión es mucho mejor porque ni siquiera requiere una contraseña.

Todos somos capaces de recordar algunas de esas conexiones extraordinarias con otra persona. Quizás la cosa no durase para siempre, pero durante un tiempo, seguramente, os hizo sentir genial. Yo recuerdo a una amiga del colegio con la que me reía sin parar, solo con mirarnos ya sabíamos lo que pensaba la otra. También recuerdo al chico con el que viví la que quizás haya sido la primera mejor cita de mi vida: habíamos quedado con intenciones guarrindongas y al final nos pasamos toda la noche hablando.

4290ba20-a741-0132-4636-0e9062a7590a

Lo malo de todo esto es que ese sentimiento de conexión engancha, y cuando desaparece en uno de los dos «conectados», el otro puede llegar a sufrir mucho. Hay quien puede llegar a sentirse frustrado por no lograr conectar con otras personas, pero no debemos olvidar que estas conexiones no son más que casualidades. Son momentos únicos en los que dos personas con identidades complementarias (según los que han estudiado estas cosas) se encuentran.

De todas formas, recuperemos la esperanza: según los señores que estudian las relaciones sociales, nuestro cerebro tiene un sexto sentido para detectar con quién podríamos conectar. Al parecer, a nuestro cerebro le va genial conectar con otras personas, así que va a poner mucho de su parte para que eso ocurra. Así que tú relájate y dedícate a proveer a tu cerebro de buenos estímulos donde él pueda localizar a los mejores candidatos para conectarse contigo.

Imagen destacada