Convengo con la mayoría de personas con las que ha salido el tema en que lo peor de una separación es contárselo a la gente. Una vez y otra vez la misma historia con más o menos detalles según la confianza. Solo de pensarlo te agotas. Afortunadamente, dios creó a los modernos influencers: se lo cuentas a uno de cada grupo y le pides que corra la voz. ¡Gracias! Luego, con tiempo, ya vas hablando con amigos y conocidos poco a poco, comentando y conversando sobre las relaciones en general y las rupturas en particular.

Cuando me tocó a mí, algunos entendieron mi situación: era un momento difícil y yo iba a necesitar un tiempo antes de volver a reír con ganas. Habíamos llegado a ese punto en que dos personas toman caminos diferentes, una transición en la que hay que dejar atrás el pasado y caminar hacia otra etapa, como explican en este texto de CLTRA CLCTVA. Afortunadamente, los míos estuvieron a mi lado.

En cambio, de todo hay en la viña del señor y una amplia mayoría cayó en simplificaciones y en consejos enlatados que poco o nada tenían que ver conmigo. Solo destacaré tres… ¡telita!

Number 1. «Tú lo que tienes que hacer es pillarte a cualquiera y follar»

¿Follar, de verdad? ¿La solución tras una ruptura es dedicarse a follar como si no hubiera un mañana? Según los amigos con los que hables la respuesta será sí, obviamente, porque puede servir o no pero mientras, oye, que te quiten lo baila’o. ¿En serio? Si me cuesta levantarme por la mañana, ¿crees que tengo energía para salir de caza? Y aquí a veces, si no fuera suficiente con ese primer mensaje, lleva de la mano un segundo: «Las tías folláis cuando queréis». ¡Venga, va, otro topicazo! Igual de básico e igual de estúpido que el primero.

Number 2. «Ábrete un Tinder»

Y allí me ves con unas amigas que me explicaban el funcionamiento básico de estas aplicaciones para ligar y, mucho más importante, las reglas básicas para mandar corazones –solo si coinciden tus gustos y los de la otra persona podréis hablar– según las fotos que haya subido: nada de tíos sin camisa ni los que se hacen fotos en el espejo, y nada de hombres que se esconden en fotos de grupo.

Por supuesto, también hubo una criba de mis propias fotos:

–¡Esta no la puedes poner! Esta sí, venga, que aquí estás muy mona. Necesitas fotos más sexys…

Y ahí ya me planté. ¡No, no y no! Somos mucho más que una foto fija. Necesito que me atrape un gesto, oír una voz, una risa… Así que por ahora me quedo con el método tradicional de conocer gente interesante en bibliotecas, bares, hospitales o en la panadería, me da igual.

Number 3: «Ahora que eres libre, aprovecha para salir y divertirte»

Y hasta aquí he aguantado con cierta paciencia esas visiones diferentes del mundo que yo creía ya superadas pero esto… –pongan voz de Ozores– ¡No, hija, noooo! ¿Ahora que soy libre? ¿Y qué era antes? Afortunadamente nunca he sentido que no fuera libre en mis relaciones, ¿cómo podría ser de otro modo? Tampoco he dejado de salir en todos estos años ni de divertirme, por supuesto. Antes de que me digáis que no todo es siempre de color de rosa –tenéis razón–, ya digo yo solita que no todo es siempre perfecto pero de ahí a sentirme encarcelada… Simplemente no lo concibo.

Y en este punto de la conversación llega otro listo evolucionado –entiéndase la ironía–, te suelta eso de «no puedes ser tan exigente…» y se queda tan ancho, plenamente convencido de lo que está diciendo y de que me hace un favor avisándome de que, si sigo así, estoy condenada a ser una triste solterona, claro.

Con ser exigente se refiere a cosas tan marcianas como que una posible pareja acepte que quiero tener tiempo para mí misma, cuidar mis propios gustos y disfrutar mis aficiones, salir unas veces en pareja y otras sola, viajar con mis amigos mientras la persona con la que comparto mi vida se queda trabajando…