Ni me ha ido a mí nunca lo hippie ni he sentido jamás especial interés por lo “antisistema” o el rollo punky o vete tú a saber, pero fíjate lo que es la vida que me he ido a enrollar con un chico que tiene rastas. Y que, pensándolo fríamente, es cierto que yo no me habría fijado en alguien con una apariencia como la suya, no me atrae de primeras una persona así, pero a este chico lo conocí un día, me encantó su forma de ser y mira tú por dónde, tenía rastas.

A estas alturas de la vida (tengo treinta y tres años) no me voy a echar para atrás o voy a dudar de una persona por su aspecto físico. A lo mejor diez años atrás se me habría pasado por la cabeza hasta que tenía piojos, pero yo creía que a mi edad ya se te habían pasado todo tipo de prejuicios y sabías que había que mirar a las personas más allá de sus tatuajes, sus piercings, sus lacitos, su pelo de colores, su medallita de la virgen o su kilo y medio de maquillaje. Será que como soy lectora asidua de Weloversize me creo que toda la gente piensa como se piensa en esta página.

Como nos liamos un par de veces y la cosa iba genial, le hablé de él a mis amigos y enseguida me dijeron “foto, foto”. Yo les mandé una foto del chico y, efectivamente, lo primero en lo que se fijaron es que tenía rastas. Al principio hicieron los típicos comentarios que habría hecho yo, así que no les juzgo para nada. Pero ahora que ha pasado el tiempo y que saben que nos seguimos liando y que el chico me gusta me toca un poco los cojones que no paren de decirme que a ver si le corto las rastas.

Pero vamos a ver. ¿Quién coño sería yo para cortarle nada a otra persona? ¿Y en qué coño estamos pensando cuando nos creemos con derecho a decidir sobre la apariencia de los demás?

Sí, me gusta este chico. No, no me gustan las rastas. Pero ni se me había pasado por la cabeza decirle a un tío con el que me estoy liando que por favor se corte las rastas. Es que ni aunque me fuera a casar con él. Ni aunque en nuestras fotos de boda quedasen inmortalizadas sus rastas para la eternidad se me ocurriría decirle a otra persona cómo tiene que llevar el pelo.

Quiero pensar que mis amigos me lo siguen diciendo de coña, pero me asusta pensar que todavía (y repito, a mi edad) haya gente que crea necesario decirle a su pareja que haga o deje de hacer algo. Y todavía habrá quien crea que el amor verdadero es decirle a tu pareja que se corte el pelo y que si lo hace, como lo hace por ti, es que te quiere.

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Vale que yo no soy experta en relaciones, porque solo acumulo fracasos y el chico de las rastas ni siquiera es mi novio. Pero yo quiero pensar que el amor no es cambiar por alguien o pedirle a alguien que cambie por ti, sino que el amor tiene que partir necesariamente de la aceptación de la otra persona. Y cuando hablamos de aceptación, que en esta web se habla mucho y por eso he querido compartir aquí mi experiencia, sabemos que aceptar significa valorar positivamente y potenciar aquello que nos encanta y entender que también hay otras cosas que no nos gustan tanto. Y no pasa absolutamente nada.

Anónimo