No hablaré del amor popular, hoy escribo sobre el amor que escuece, el que duele. Ese que sin darnos cuenta nos sale de las entrañas y nos arde porque quiere salirse del pecho. Ese amor que es tan real como el perfecto, que por otro lado, suele enganchar menos.

El amor tóxico llega sin darnos cuenta aunque otras veces aparece tras el aviso de algún arcángel en forma de amigo. Puede que le viéramos las orejas al lobo y a pesar de ello quisiéramos pensar que se trataba de un cordero. Es normal que nos permitamos arriesgar, querer jugarnos las cartas aunque vayamos de farol está en nuestra naturaleza. Empiezas ganando la partida, te creces, lo apuestas todo y te quedas en cueros, c´est la vie.

Puede que vuestra magia sea como la gracia de Dios, existe por el fervor de una creencia. Es invisible, os acompaña a la hora de dormir y os despierta en mitad de la noche con su dulce sabor en la boca. Este amor es fuerte, mucho. Tanto, que si su energía se dirige hacia la dirección equivocada, la catástrofe puede ser irreversible. Ocurre que no hay rumbos erróneos en estos casos, las coordenadas son las que son, si os gusta bien y si no también.

Hemos de tener en cuenta algo, ya que aceptamos el reto, tenemos el deber de disfrutar de todo lo bueno que nos brinde, “que nos quiten lo bailao”. A tiempo de lamentarnos vamos a estar siempre.

El amor tóxico también se muere, y es aquí donde llegan las complicaciones. Un día, su pequeño corazón dejará de bombear sangre y poco a poco perderá el color de las mejillas. Tenéis que ser valientes para aceptar que lo habéis perdido, que se ha marchado con otros o que simplemente cesó la fuerza magnética que mantenía pegados como un todo.

¿Cómo saber cuándo terminar con el duelo? Por suerte o por desgracia no podemos responder a esa pregunta, no hasta que al fin suceda. El tiempo que discurre entre la perdida y la aceptación no está estipulado en ningún manual de supervivencia, que no os engañen. Cada momento vivido necesita espacio para hacer la metamorfosis de presente a pasado. El síndrome de abstinencia al amor tóxico a veces se complica y se nos va de las manos.

Pero os prometo que habrá un momento en que vuestro cuerpo y vuestra mente estén preparados para asistir al entierro de aquello que amasteis tanto. Alargaréis el luto cuanto creáis necesario, hasta que de repente un día lo rompáis sin pensarlo. Se permiten las flores y los recuerdos de promesas, cuando estéis listos para pasar página ya no nos harán tanto daño.

“Me alegro de que uno de los dos supiera ponerle fecha al funeral.”

Autor: Carla Schaffner