Este mundo está repleto de mujeres, leonas que reinamos en nuestra sabana particular, princesas de nuestro reino y tiranas del pueblo cuando es preciso (Somos una khaleesis en potencia cuando nos sale la vena mujerona, aceptémoslo). Entonces creo que deberíamos tomarnos muy en serio, que en pleno siglo de auge femenino, aún haya mujeres que se enamoran a primer polvo, que no primera vista, esas que padecen un síndrome conocido como… tengo el corazón en el chichi.

Que vale, un buen coito a la primera puede pasar, el mete saca para pocos, pero algunos hombres, es más arte que disciplina. Pero ahora no voy hablaros de esos artistas del folleteo, que te tocan con el pincel y te convierten en musa de por vida. Os hablo de esas mujeres, que como muchas de las que nos leéis pueden ser, que tras una noche de fiesta loca se han llevado a un jamelgo a casa y a la mañana siguiente en vez de ponerlo de patitas en la calle (y con la extremaunción bajo el brazo como manda la constitución de coitos espontáneos), lo que han hecho es llevarle el desayuno a la cama, traerle el periódico del domingo y bordar su nombre en el albornoz rosa del baño. Y yo solo puedo echarme las manos a la cabeza y pensar, por dios, donde ha quedado esa manía sana de salir por patas antes de que se despertara nuestro compi-coito, hacernos las muertas para que ni se molestara en darnos un beso de despedida o terminar la velada en un «si eso te llamo», que solo cuajaría si pasaba la regla de los tres días obligatorios.

Que claro que puede pasar eso de que nos interese un hombre tras el polvo de una noche, pero dar por hecho que a partir del momento que nos metan la puntita este se convertirá en nuestra pareja para la boda de una prima, la compañía perfecta de los domingos y la siesta de los martes, eso ya es demasiado ¿o es que no hemos aprendido nada de Ted Mosby? Yo no sé lo que pensarían ellos, pero tengo más que claro que si me viera en la situación de haberme tirado a un tío y que este se pegara cual lapa a mi culo antes de conocerlo al detalle, me acojonaría nivel cohete a la luna. Bloqueo, eliminación de agenda y evitamiento poco sutil se queda corto como planes de acción.

Lo de encontrar al amor de tu vida en una noche de sexo loco solo ocurre en las películas mis amores, en la vida real gritarle a un tío a pleno pulmón que moverías cielo y tierra por él a la primera de cambio, a lo único que nos llevará es a no volverle a ver el pelo, ni por el cielo ni por la tierra.

Hay que aprender a no precipitarse, intentar no confundir interés y enchochamiento con enamoramiento y eternidad. Y es que siempre depende del momento en el que nos encontremos que sabremos o no distinguir las señales que nos dicen si esto irá mas lejos del polvo, tomemos nota:

  1. No es lo mismo que te coma la oreja antes de llevarte a casa que después de haberte puesto a cuatro.
  2. Que te pida quedarte a dormir sin necesidad de hacer nada, es muy distinto a que lo haga mientras su mano surca tu entrepierna.
  3. Cuando llevarte el desayuno a la cama es más sinónimo de sexo oral que de zumo y tortitas.
  4. No nos engañemos: que te invite a ver las estrellas a un mirador, es sinónimo de picadero cuando a tu alrededor hay 20 coches más.
  5. Ver una película en el cine significa cita, verla en su casa significa Durex.
  6. Hablarte solo por whastapp y pedirte mil fotos en pelotas habla por si solo, seguro su interés es nulo hacia las fotos que tengas con ropa en tus otras redes sociales.
  7. No saber nada de él durante las vacaciones navideñas se acerca más a que sea un capullo que a que sea Papa Noel. 
  8. Que después de seis meses de encuentros sigas lavándote los dientes por las mañanas con el dedo índice, da que pensar.
  9. Queda clara la poca exclusividad de la relación cuando, sin consumir el contenido de la anterior contigo, estrena caja de preservativos en cada cita.
  10. Cuando la única vez que te llama cae en sábado, cuatro de la mañana y voz de vodka redbull.