No es que yo sea una amargada de la vida a quien le guste cagarse en la ‘fruta’ más de lo normal. No. Pero estaréis conmigo en que a veces viene bien quejarse y patalear un poco para desfogar, y si lo haces acompañada, mejor que mejor. Pero con mi santo, no hay manera.

Él, mi churri, el guapo de la relación, parece más sacado de la fábrica de Mr. Wonderful que del hornillo de la suegra Encarna. Es todo felicidad, optimismo, positividad, tranquilidad, una nube mullida, una balsa… Y sí, vale, podréis decirme que objetivamente son ventajas, pero cuando quiero regodearme por unos minutos en la mierda originada por esta conspiración mundial contra mí misma y luego seguir adelante… NO-ME-VA-LE.

No quiero que le dé la vuelta a mi argumentación sobre la mala baba de todo o a mis dramas del primer mundo, ni que me haga más evidente que nunca seré tan positiva como él. Sólo quiero un poco de escucha, un ‘tranquila, bollito’ y poco más. Hombre, que yo soy de pronto perrente, pero que se me pasa en nada y su purpurina y unicornios me enciscan aún más.

Y es que no puedes venir del traumatólogo, jodida, con la buena nueva de una hernia discal en las lumbares y que te diga:

Cariño, esa es la muestra de que soy un gran empotrador, ¿no ves? Es la oportunidad de buscar nuevas posturas en las que estés cómoda y seguir explorando juntos nuestro amor.

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O del trabajo con un cabreo del quince porque tu jefa se ha vuelto a adueñar de uno de tus méritos:

Mi vida, todo está bien, ya te vendrá todo lo bueno que siembras de vuelta. Tú sonríe a la vida y la vida te devolverá sonrisas.

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¿Y cuando te encuentras el coche con un rozón nuevo?:

Todo pasa por algo, cuchita. A lo mejor el coche te está diciendo que le hagas un poco más de casito y que le mires las ruedas o lo laves un poco, anda tira…

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O cuando te dicen que no en ese proceso de selección de más de dos meses con cinco entrevistas:

Si no ha salido, es porque algo mejor te espera, sin duda. Autoanalízate y saca una enseñanza para el futuro, para ser mejor. Meditémoslo juntos.

Y ese momento en el que, tras cinco meses sin pasar por la peluquería, decides ir y encima te alisas esa fregona de tirabuzones que tienes. Y llueve, graniza y es el fin del mundo:

Gordita, no puedes ir contra les leyes de la naturaleza ni pedir al universo que no llueva, que ya sabes lo problemas de sequía que hay luego. Además, a mí los rizos me parecen más sexys y así mojadita…

Que sí, que muy mono y muy cuqui es mi chico… pero mira, que se funde su propia religión o se ponga a hacer camisetas con mensajes motivadores. Así al menos rentabilizaba su don, porque lo que es conmigo…