La revolución sexual llegó. La revolución sexual continúa. A ella le debemos que el sexo se vea como parte de la condición humana, individual y social. Que del sexo y de lo erótico se hable sin tapujos, que aparezca en todas partes, que compartamos cama con alguien sin buscar nada más que eso, sexo. Que podamos no pensar en una relación más allá de compartir sábanas, que compartir placer, que compartir sudor.

Y también por eso, a veces, tenemos miedo de que sea algo más. De que sea algo más que piel. Que cuando ya los orgasmos se siguen contando y cuando las citas se extienden deja de ser tan fácil, tan sencillo de explicar.

«No es nada. Sólo sexo», se lo respondo a quien me pregunta, me lo repito a mí. Porque más allá sería complicado, porque si sólo es follar no avergüenza. Pero ahora también me penetras con tus risas, con tus confesiones, con tus palabras.

Quiero que sepas que verme desnuda no sólo es que me veas sin ropa. Mi piel, mi cuerpo, es el lugar en el que vivo. Yo estoy dentro de esa piel así que parte de mi desnudez también es decirte lo que siento, lo que me haces sentir.

A veces tenemos que disfrazar el querer con follar, el amar con el “es sólo sexo”.

Porque lamo tu piel pero me avergüenza decirte que te echo de menos cuando no estás. Porque te he sentido dentro de mí pero ahora no me atrevo a decirte lo que siento. Porque te digo guarradas pero no te digo que sólo despierto con tu primer mensaje por la mañana. Porque nos hemos hecho expertos en corazas, en fronteras que nos protegen por dentro. Sí, el sexo debe ser seguro, pero parece que el corazón también.

Que no noten que es amor. Que no sepan que hay algo más. Que el “no somos nada” hace que terminemos convirtiéndonos en eso: en nada, en nadie. Pero dime cómo se es nadie, ¿cómo se tapa el querer? Diciendo que es eso, que es sólo sexo. Porque del sexo se habla, se practica, se hace revolución. Pero de querer, de amar, de sentir nos vamos olvidando.

Tenemos miedo de hablar más de la cuenta. Que se asuste. Que se vaya y nos deje de dar eso que no tiene nombre, que no tiene etiqueta. Follamigos, no traspasemos con otro término.

Porque a veces pasa pero no lo queremos admitir. Porque nos hemos acostumbrado a lo rápido, a lo fácil. Y sólo follar lo es, fácil y sin ataduras. Y sí, amar es difícil pero también forma parte de nuestra naturaleza. No cambiemos sólo las sábanas, juguemos sin prisa entre ellas. Follemos y amemos. Junto o por separado. Pero sin miedo a hacerlo.

Hagamos guerrilla. Revolucionemos con sexo, pero también con amor.

Follemos y también hagamos el amor. Hagamos la revolución.

 

 

 

Imágenes: Friends With Benefits (2011)

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