No te odio.

Debería hacerlo, pero me es imposible.

Creo que este final estaba escrito antes de que empezara todo. Es ley de vida.

Te diría tantísimas cosas ahora mismo.

¿Por qué no pudiste quererme tanto como lo hago yo? ¿Por qué fingias sí hacerlo? ¿Por qué esperabas que después de todo iba a ignorarlo y seguir como hasta ahora como si nada pasara?

Bueno, la culpable de ésta última pregunta soy yo y sólo yo.

Es culpa mía haberme ilusionado con todo esto, habértelo contado en total confianza. Es culpa mía por perder el culo cada vez que me decías que nos viésemos, haberte dicho mil veces que aunque esto no funcionase seguiríamos siendo amigos…

Es culpa mía.

A pesar de todo, no tengo nada que reprocharte. Creo que no has actuado bien, pero mi corazón sigue aquí, latiendo más rápido de lo normal cuando pienso en ti y en todo lo que hemos pasado en tan poco tiempo.

Nunca fuimos pareja, porque tú no quisiste en realidad, porque yo habría firmado sin pensármelo dos veces. Aunque ahora todo tiene sentido.

Recuerdo la primera vez que quedamos, después de tres años sin vernos. Me gustaba tanto ver como te acercabas a mi con esos andares tan tuyos, meterme contigo sin ningún motivo aparente y que me dijeras “oye, no te rías de mi” y lo acompañases con cosquillas o algún dedo clavado en mis costillas provocando que diese un bote. Aquel día la situación era distinta. La misma atracción que tres años atrás, pero la intención de no hacer nada que a la larga pudiera hacerme daño.

Que irónico, ¿verdad? No quería sufrir y aquí estoy.

Recuerdo el primer beso que me diste, bueno; recuerdo todos los besos que me has dado. Los que me dabas en la comisura fingiendo darme dos besos cuando estábamos en la calle, los que me dabas por sorpresa cuando ibas al baño y regresabas a la habitación, los que me dabas en la cama buscando algo más… Todos y cada uno de ellos, y todos con muchísimo cariño y nostalgia.

Podría decirte tantas cosas ahora mismo.

Es una pena. Cuando estábamos juntos éramos especiales, diferentes. Éramos felices. Y ni te imaginas como unos simples 30 minutos contigo podía llenarme tantísimo de vida y positivismo.

Así que como dije una vez, me quedo con lo bueno. Dos meses y poco de risas, de conversaciones sobre el universo, sobre la humanidad. Me quedo con estos dos meses de sexo desenfrenado, de quedar a escondidas del mundo, de dormir a tu lado y que me despertases a las 7 de la mañana a besos porque te tenías que ir a trabajar. Me quedo con todas las horas que pasamos en mi coche sin hacer absolutamente nada más que escuchar música y hablar sobre idioteces. Me quedo con todas las pelis que poníamos y no acabábamos de ver, con lo pesada que me ponía recomendándote series…

Ha sido breve, quizá demasiado; pero muy intenso. Y eso lo supera con creces.

Así que por el momento me tengo que conformar con recordar hasta que consiga que no me duela hacerlo, y pueda volver a verte. Porque créeme, que si esto fuera una película y tu te plantaras debajo de mi casa y me dijeras lo mucho que lo sientes y lo mucho que me quieres, lo olvidaba todo en un segundo. Pero las películas no se hacen realidad. Y supongo que, si te perdonase harías algo parecido en la próxima crisis existencial que tuvieras. De modo que tengo que ser realista y seguir sin ti. Soñar con lo que pudo haber sido y no llegó a ser. Pero siempre tendré un buen recuerdo de todo esto. Hazme caso cuando te digo que no me has perdido, solo necesito que deje de doler.

Te quiero, y espero dejar de hacerlo pronto.

Cris Roche