A todos aquellos que encontramos un refugio en la literatura y tenemos un lado sensiblero, a veces, nos gusta buscar en nuestros autores favoritos esas frases inspiradoras que te animen a seguir adelante.  Al fin y al cabo, si algo lo dijo Shakespeare, Aristóteles o Napoleón tiene que ser verdad, si no, ¿A santo de qué son famosos estos tíos? Pues bien, esto no siempre se cumple y en este caso, vengo a desmontar a la Madre Teresa.

El caso es que los derroteros de la vida me condujeron a toparme con un chico al que conocía desde hacía tiempo pero jamás me había llamado la atención.  Un día comenzamos a hablar y….acabé colgándome de él. ¡Era tan perfecto! ¡Mi alma gemela! Bueno no, no lo era pero hermanas, todas nos damos cuenta de estas cosas demasiado tarde pero oh….era tan guapo (No, tampoco no lo era y de esto también nos damos cuenta tarde).

En mi defensa diré que puedo ser inexperta pero no soy una lerda, y en mi mundo, cuando un tío te hace alguna que otra insinuación, pone fecha exacta para venir a verte,  te fríe a mensajes todo el día, ve contigo series y películas (incluida Orgullo y Prejuicio ojo), se acuesta a las 4AM por estar contigo frente a la pantalla, te llama moñadas varias y te presenta a su familia entera por Skype, no quiere precisamente una relación fraternal. Alentada por toda esta ristra de razones, me decidí a dejarme llevar augurando que aquello iba a terminar muy bien, porque presentía que era correspondida. Sin embargo, los meses que este caballero andante estuvo presente en mi vida, fueron una auténtica tortura para mí.

giphy (7)

Se dice por ahí que cuando una está enamorada, le brilla el rostro y  se conduce por el mundo cual princesa Disney pero yo vivía en una montaña rusa emocional cuestionándome a mi misma porque a mi príncipe le encantaba relatarme a todas horas lo buenísimas que estaban todas las mujeres del mundo con las que se cruzaba o veía por Internet, en especial una compañera suya de clase. Como a cualquier amigo, al principio yo le hablé sobre las inseguridades que sentía por ser una chica gorda y demás dramas. Y aunque le pedí que no se pasase el día alabando a otras chicas porque me afectaba, a él le dio igual. Estoy segura de que muchas entendéis cómo es sentir que eres poco para alguien porque crees que no eres ni estás lo suficientemente buena (y sobre todo delgada) para él. Imaginaos si ese alguien se pasa la vida babeando por otras que no tienen nada que ver contigo. Pero,  finalmente, en una de nuestras largas conversaciones sobre el culto al cuerpo y las relaciones sentimentales, me soltó una frase demoledora que marcó el principio del fin: “En la vida, hay que aprender a diferenciar entre lo que te gusta, y lo que te puedes permitir”.  Y entonces, me puse a llorar como una idiota por Skype (Nivel TOP de patetismo) y me metí en la cama hecha polvo.  Llamadme loca pero decirle esto a una chica a la que abiertamente le gustas y que sabes que tiene ciertas inseguridades, no es precisamente guay.

Fue entonces cuando, entre tanto dolor, tanto llanto y tanta inseguridad, encontré a la madre Teresa  diciendo: “Ama hasta que te duela, si te duele es buena señal”.

Podéis considerarme una romántica empedernida o simplemente una idiota si os digo que me aferré a esta frasecilla para justificar que mi pseudorelación con este tipo fuese tan dolorosa. Pensé que todo conlleva un esfuerzo y que tenía que soportar pasarlo mal para conseguir que me correspondiese porque las cosas nunca son sencillas.  Que sí, que cuando una tiene ya una dilatada experiencia en hombres y relaciones sentimentales, no le hace falta recurrir a nadie (y menos a una monja) para entender qué está pasando. Pero si una es inexperta y pardilla, pues pasa lo que pasa.

A pesar de la Madre Teresa, una no ha tenido nunca espíritu de mártir y tras aquella conversación en la que me insinuaba que él estaba fuera de mi alcance, decidí que mi autoestima y yo no aguantábamos más. Por tanto, decidí hablarle claro y preguntarle a dónde llegábamos con esto. Confieso que me lancé a poner las cartas sobre la mesa pensando que tenía todas las de ganar, todas mis amigas (y hasta mi madre, harta de verme pegada al móvil o al PC)  veían claro que estaba por mi pero no fue así. El tipo me dijo que yo no le gustaba, que era solo una amiga y que lo lamentaba si había entendido otra cosa (¿Hola? Mándales saludos a tu madre, tu hermana, tu cuñado y tu padrastro). Medio en shock, le dije que lo mejor sería que dejásemos de hablar y su reacción fue un “ok, bye”.

giphy (5)

No entraré en qué tipo de persona puede pasarse los días y las noches coqueteando con alguien que en realidad no le gusta. Ni cómo se puede ir uno a dormir tras haber hecho llorar a alguien que, como poco, es tu amiga a través de Skype. Como en todo, supongo que tengo cierta culpa en todo esto. ¿Debí haber puesto antes las cartas sobre la mesa? Probablemente. ¿Lo idealicé? Desde luego ¿Tendría que haberme fiado de alguien de internet? Psss ¿Debería tener una autoestima más fuerte? Seguro. En esta racha de machaque personal que viví, él tuvo tanta culpa como yo pero lo que sí os aseguro es que no fue sincero conmigo y no se portó bien.

Bien, ¿Por qué os cuento este rollo? Porque NO, amigas, el amor NO debe doler. Cuando alguien provoca que te sientas inferior y te devanees los sesos pensando qué puedes cambiar para ser mejor, eso no es amor ni se le parece lo más mínimo.  Lamentablemente creo que este tipo de cosas pasan muy a menudo y en mi opinión, esto solo lo hacen personas con poca autoestima que pretenden sentirse mejor quitándote a ti la tuya. Yo en su momento no lo vi y por eso, me he animado a contaros mi historia por si podéis veros reflejadas en ella y cortar por lo sano.

Cuando al día siguiente de aquel “ok, bye”  tuve que enfrentarme a responder a  los “Tía, ¿qué te dijo? ¿Hablaste con él? ¿Cuándo viene?, podría haberme sentido fatal pero no fue así. Ese día, por primera vez en meses, experimenté paz dentro de mí. Estaba en paz conmigo misma y ya no dolía nada. Ya no había dudas, ni miedos, ni inseguridades. Todo aquello, dijo “bye” con él. Por tanto, discrepo, Madre Teresa: el amor no duele. Ese día, volví a enamorarme, pero de mí misma y no he parado de quererme desde entonces.  Porque ese amor y ese respeto que ahora siento por mí misma, no tiene ni un ápice de dolor. Y como yo soy de las de genio y figura, hasta la sepultura, concluyo con otra frase célebre, esta vez de mi admirado Óscar Wilde: “Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”.

La reina sin cabeza

 

¿Quieres enviarnos tu historia o algún artículo? Escríbenos a [email protected]