Estamos en Hollywood en el año 1947. Eddie Valiant, detective privado venido a menos, contempla con ojos como platos los contoneos de Jessica Rabbit sobre el escenario del antro al que ha llegado siguiendo un caso. Betty Boop, grisácea y ahora vendedora de cigarrillos, mira silenciosa con gesto de resignación.
— ¡¿Ésa está casada con Roger Rabbit?! — pregunta él sin dar crédito.
— Sí. ¡Las hay con suerte! — le responde Betty.
Sí joder. Ese Roger Rabbit que es un conejo de dibujo animado. Histriónico, con pantalones cagados, que levanta tres palmos del suelo y no consigue recordar que el guión dice estrellas en vez de pajaritos.
Pues ese, está casado con esa pedazo de hembra que es Jessica Rabbit. Para asombro de todo el mundo.
— En serio, ¿qué ve usted en él? — no puede evitar preguntarle más adelante, Eddie a Jessica.
A lo cual ella simplemente responde:
— Me hace reír.
“Quién engañó a Roger Rabbit” (Who framed Roger Rabbit 1988) es una gran película. Probablemente la que más veces habré visto en mi vida, desde su estreno en el cine y que cada vez entiendo mejor viéndola como adulta. Con diálogos sarcásticos y mucho humor negro. Y con reflexiones demoledoras como a las que nos hacen llegar estos dos iconos tan sexualizados, como Jessica Rabbit y Betty Boop. Personalmente, me gustaría interpretarlo como:
Tu decisión de estar con alguien a quien quieres, no se hace en función de valor alguno. Únicamente importa cómo te hace sentir esa persona.
Así que la próxima vez que nos toque escuchar a progenitores, familiares y amigos diciendo: “te mereces a alguien mejor” “más flaco/a , más guapo/a , listo/a, que gane más” o lo que se te pueda ocurrir. Plantemos un besazo con babilla y ruido a nuestra personal especial y dediquémosle un sentido:
«Quiero que sepas que te quiero más de lo que mujer alguna ha querido a un conejo»