En realidad soy súper exagerado y me encanta darle chicha al asunto, no me lo tiré, solamente se la comí, yo a él, porque él a mí no. A buenas horas iba a permitir yo eso hoy en día, pero bueno, uno que de joven es inocentemente retrasado mental.

El caso es que yo estaba en el instituto, nunca jamás he ocultado mi mariconismo crónico, yo soy un pura sangre. Cuando alguien me pregunta ‘¿Pero tú cómo saliste del armario?’, yo siempre respondo: ‘cariño, nunca estuve dentro’. Y lo digo en serio, jamás he tenido esa conversación de ‘soy gay’, ni con mis padres, ni con mis amigos, ni con mis profesores. Es como que es natural y evidente y no me he tenido que justificar jamás, ojalá más señores teniendo mi suerte. Aunque me gusta pensar que de aquí a unos (pocos, espero) años siempre será así.

Pues eso, que yo y mi pluma estábamos en el IES, en segundo de bachiller, yo habiendo repetido primero y siendo el mayor de la clase. El insti me molaba todo lo que te puede molar algo que no te gusta, siempre he tenido claro que quiero ser actor porque diva se nace y no entendía muy bien qué hacía allí estudiando, pero a pesar de todo, me lo pasaba genial, aprendía algo y mis compañeros eran guays.

Yo ya tenía todas mis esperanzas puestas en Madrid, no me creía capaz de encontrar el amor en Pamplona, así que renuncié a enamorarme en aquel zurullo rutinario que tenía. Yo soñaba con morrear a mi chico por las escaleras del metro, meterle mano en el teatro y follar en discotecas de ambiente. ¿Y qué pasa cada vez que renuncias al amor? Pues que aparece.

Apareció en forma de profesor sustituto de biología en en mi segundo de bachillerato, a mitad de curso, después de Navidad. Bendita fuera la bebé que decidió crecer dentro de la barriga de mi profesora de biología, gracias a ella le comí la pinga al señor que más cachondo me ha puesto en mi vida. Gracias, beba.

Pues eso, él llego, con sus pintas de gay encubierto, esos son los que más me ponen, las heterezas falsas, no lo puedo evitar. Yo lo vi y lo supe, como diría mi Taylor tenía toda la cara de ser el protagonista de mi próximo error, iba a ser mi drama hasta el verano, yo iba a estar entretenido por meses, aunque fuera solo con mis invenciones de marica loca.

Pero no señoras, nada de invenciones, que fue más real que mi belleza suprema. Yo le tiraba la caña, descaradamente, en cada clase. No me cortaba ni un maldito pelo, mis compañeros se descojonaban, pero él se ponía nervioso y buah, cómo me gustaba eso. No sé cuantísimas veces me echó de clase por ‘falta de respeto’ y no sé cuantísimas salí de allí diciendo ‘vale, estaré en el baño, por si te interesa’.

Así era, he sido y soy yo, siempre provocando e intentando hacer reír a la gente, siendo seguro de mí mismo, pisando fuerte. El caso es que un día me pidió que me quedase después de clase, que teníamos que hablar de mi comportamiento, todo porque le dije me encantaría que él y yo hiciéramos la meyosis juntos, qué dramático era.

Pero vamos, yo bien de contento. Los dos solos en la clase hablando de mis provocaciones. What else? Nespresso.

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Me quedé esperando a que todos mis compañeros se pirasen y nos quedáramos él y yo. Él me miró cuando todo el mundo se fue y me dijo ‘A ver, ¿tú de qué vas?’, le dije que yo no iba de nada, que simplemente él me gustaba muchísimo, que era muy difícil encontrar a un homosexual que me gustase en mi entorno, que yo era mayor de edad y que quería comerle el cimbrel. Él se rió, fuerte.

Yo no. Me subí a su mesa, él estaba sentado, le agarré el cuello y lo besé, si dentro del instituto, le di un morreo digno de película porno. Él se dejó besar y luego me dijo que era hetero. Ya chato, yo también, no te jode. Lo volví a besar, le comí el cuello, la oreja, le desabroché la camisa, le mordí los pezones, le chupé el torso, bajé y le quité el cinturón, le desabroché el botón y le bajé la cremallera. Nenas, el hetero casi me saca un ojo de lo dura que la tenía.

No era la mejor polla que he visto nunca, era bastante básica, de hecho. Pero me la comí bien a gusto,se corrió y me tragué su corrida, porque uno es bien de limpio y pasaba de manchar nada.

Me levanté y me fui, con la cabeza alta. No volví a comentarle nada, ni a decirle nada, ya había hecho lo que quería y ya no me interesaba. Siempre he tenido un poco de complejo de femme fatale. Los de mi clase creían que me echó la bronca del siglo y que me achanté. Ay amigos, si ustedes supieran.

Se casó la semana pasada, con una chica de mi clase, curiosamente. Se ve que le dejé obsesionado con la gente de mi promoción, huellas que deja uno. Qué pena que a día de hoy aún haya señores martirizándose por no aceptar su homosexualidad durante toda la vida. Pero bueno nenas, lo único que me queda por deciros es que me quedé con las ganas de ir a la boda, me lo hubiera pasado genial.

Anónimo