Testimonio de Perradesatan:

Un hombre me comió el coño con las gafas puestas. Yo creo que no debería dar más explicaciones, pero…

Eran altas horas de la noche, casi ya de la mañana, y vi en la discoteca a un chico que me gustaba. Me sentí yo especialmente sexy y no sé cómo (estábamos los dos algo piripis) le acabé convenciendo en menos de un minuto en irnos a su casa. Por el camino nos fuimos enrollando en cada esquina y en cuanto llegamos, yo, evidentemente, lo primero que hice fue quitarme las bragas. El chico se vino muy arriba y decidió que me iba a comer el coño como nadie me lo había comido jamás. La cosa es que con el ímpetu se le debió olvidar quitarse las gafas de ver, y yo, tumbada boca arriba en esa cama, comenzaba a notar un dolor bastante agudo en mi chichi. ¿Qué cojones estaría pasando? El chico estaba concentradísimo y muy entregado, y aunque yo intentaba apartarle la cara con mis manos, él debía pensarse que era un síntoma del orgasmo a punto de llegar y apretaba con más fuerza. Al final tuve que gritar (de dolor) y por fin se separó. Fue entonces cuando me di cuenta de que SE HABÍA ESTADO COMIENDO MI COÑO CON SUS GAFAS PUESTAS, CLAVÁNDOMELAS. Nunca quise fijarme en cómo de limpias salieron esas gafas de mi entrepierna, pero en lo que sí me fijé fue el moratón que me apareció al día siguiente. Un moratón en el chichi. Genial.

Quien más, quien menos, todos hemos pasado por una experiencia sexual que nos ha traumatizado de por vida (os sorprendieron sus padres, su tatuaje te impidió concentrarte, el lugar no fue especialmente idílico, tenía filias raras e inesperadas…).

 

Follodrama ilustrado por Ana Belén Rivero