Pues bien, chicas, os cuento: la semana pasada cumplí 25 preciosos años, muy bien llevados y más que bien celebrados. Al principio me enfadé un poco con el tema de la fiesta, pero al final se me pasó.

Pues eso, que el jueves pasado cumplí años. Me desperté normal, fui al trabajo normal, comí normal y todo pasó normal. Llamadas, mensajes, felicitaciones de Facebook, Instagram y Twitter y lo de siempre. Mi chico me llamó y me dijo que me recogería del trabajo para llevarme a casa, que había preparado cena especial, postre incluido (guiño, guiño).

Yo me puse bien de contenta claro, la vida sexual como mi señor es bastante maravillosa, me esperaba una juguete nuevo, una situación nueva, no sé un algo. Me pasé todo el día dándole vueltas a ver qué se le podría haber ocurrido para probar, me hizo hype por teléfono y con lo viciosilla que soy yo… Pues eso, no pude pensar en nada más en todo el día.

Las horas se pasaban lentas, muy lentas. Yo quería salir del curro desde antes de entrar, al final, como no podía ser de otra manera, el día pasó y mi chico vino a recogerme a la puerta, me subí al coche, nos morreamos fuerte, nos pusimos cachondos, yo se la quería comer en el parking, él no se dejó, me dijo que aguantara hasta llegar a casa. Yo me enfadé un poco, pero al final cedí, después de todo el día, media hora más ya no era nada.

Pues nada, todo el trayecto estuve intentando sonsacarle algo, no soltaba prenda y yo ya parecía una niña de cinco años diciendo ‘dímelo, dímelo, dímelo’. Pero nada, que no, que el maldito no decía nada. Llegamos a casa, aparcamos, bajamos, yo ya estoy con las bragas medio mojadas ante el inminente polvo, abro la puerta y… ¡SORPRESA!

¡Me había preparado una fiesta!

Vosotras pensaréis ‘ay, pero qué mono’. ¿Qué mono? Qué monos mis ovarios una vez acaba la regla, no él. El señor me organizó una fiesta sorpresa sí, el día de cumpleaños, sí, lo organizó todo, compró de todo, se lo curró muchísimo. Valiente hijo de mi santa suegra. ¿Pero tía, qué te pasa? ¿Que qué me pasa? QUE SOLAMENTE INVITÓ A SUS AMIGOS, EL MALDITO HIJO DEL INFIERNO. 

Mira, si yo llego a casa, con ganas de mandanga y me encuentro a mis amigas, pizza y croquetas, pues vale, sí, te cambio el polvo por una noche de risas, una tarta y mucho amor. ¿Pero cambiar el polvo de mi vida por una noche con sus colegas en mi casa bebiendo cerveza? No señora no, por ahí no paso.

Aunque sí, sí que pasé. Enseguida además, si es que luego soy una blanda. En cuanto me dieron una cerveza se me pasó el drama y me dispuse a pasarlo bien, a pesar de lo que me dolía el cambio de planes. Le di las gracias a mi chico y me puse a disfrutar con sus amigos. Tardé muy poco en emborracharme, la verdad. Son unos hoolingans, beben como unos hooligans y yo cuando me junto con ellos soy la más hooligan de todos ellos.

Cerveza por aquí, tequila por allá, gin tonic en una mano, jäger en la otra… Sí, habéis leído bien, JÄGER. Pues eso, os imagináis el pedal que llevaba aquí la reina de su casa. El caso es que yo llega un momento en el que ya recuerdo la noche a trozos. Recuerdo ir borracha, recuerdo cantar Oliver y Benji a pleno pulmón, recuerdo beberme medio litro de cerveza a hidalgo -hijo de puta el que se deje algo, es decir, de trago-, recuerdo potar, recuerdo estar con mi chico en la cama, recuerdo que me decía que iba muy pedo, recuerdo que se piró y me dejó en mi habitación.

Vale, lo siguiente que recuerdo es despertarme, notando como fresquito de más. Abro un ojo, reconozco el entorno, reconozco un frescor, como un aire que me viene de los pies de la cama, miro en esa dirección, veo mi vestido ondeando al viento (precioso, rojo, de vuelo), bajo el vestido, veo un ventilador (sí, en pleno febrero), no entiendo qué hace un ventilador apuntándome al chocho. Me incorporo, veo a dos amigos de mi novio dormir en el suelo, veo a mi novio al lado, me acuesto otra vez, se me vuelva a levantar el vestido…

Y ME DOY CUENTA DE QUE NO LLEVO BRAGAS

No llevo bragas y hay dos amigos de mi novio durmiendo en mi suelo mientras un ventilador me está levantando el vestido desde no sé qué maldita hora.

Me levanto, me ducho, me hago la digna, despierto a mi chico, le digo que mueva a sus amigos para que ayuden a limpiar, yo me hago la longaniza y finjo que no ha pasado nada, parece ser que si me han visto algo no se acuerdan, yo soy feliz.

Pasa el día, comemos juntos, vemos una peli y se van. Cogen el abrigo y sus pertenencias varias, yo estoy pletórica de saber que nadie ha visto mi chochamen a lo Gisella y santas pascuas. Pero no, no fue tan bonito, como ya os podéis imaginar, cuando los acompañé a la puerta, uno me fue a dar dos besos y me dijo ‘bonito chocho, por cierto’.

Me contaron que al parecer fui yo la que tiró sus bragas al wc a modo de reivindicación por el feminismo, les conté que yo creía que venía a follar fuerte con mi novio y no de cenita con los colegas, insistí en poner el ventilador para sentir que era verano (odio el invierno con toda mi alma) y les pedí que durmieran todos conmigo para no sentirme sola.

¿Sabéis esa sensación de que no os acordáis de cosas y cuando de repente os las cuentan pensáis ‘ah sí…’ y lo veis todo claro y nítido en vuestra mente? Pues eso.

Menuda semanita llevo siendo llamada por todos la hija del viento.

Moraleja: no tengáis ventiladores en casa y aprended a amar el invierno, el verano no llegará antes por muchas ganas que tengáis.

Anónimo