Testimonio anónimo:

La historia va así: conocí a un chico alto, guapo, recio y demás adjetivos propios de un prospecto de encamamiento y a encamarnos nos fuimos.
Fue entonces cuando el chico en cuestión hizo un acto de magia: de ser ese chico alto guapo y recio hizo ABRACADABRA y se convirtió en un niño mimosín con una voz MUY AGUDA. Pero MUY AGUDA.

Yo ni me había quitado los pantalones y el tío estaba ya en un mar de ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! Fue en ese fatídico momento que me di cuenta de que el tío había visto mucho porno en su vida, había prestado atención sólo a las partes sonoras y no había follado JAMÁS. Quinientos treinta y siete SIs agudos más tarde le pedí que se fuera de mi casa. No supe de él nunca más.

Quien más, quien menos, todos hemos pasado por una experiencia sexual que nos ha traumatizado de por vida (os sorprendieron sus padres, su tatuaje te impidió concentrarte, el lugar no fue especialmente idílico, tenía filias raras e inesperadas…).
¡Folladrama!
¡Exorciza tu polvo más desastroso! ¡Ríete (por no llorar) de aquel «Follodrama»! :

Escríbenos a info@weloversize utilizando como asunto: «Follodrama» contándonos de manera anónima (o no), la experiencia sexual que peor te haya tocado la patata. ¡Cuantos más detalles, mejor!
Cuéntanos tu follodrama con independencia de tu género, orientación sexual, signo zodiacal y el tipo de relación que mantuviste (individual o acompañado/a de un número indeterminado de personas). Follodramatizarlo es cuanto menos, una manera elegante de contar a los cuatros vientos que aquello fue un desastre.

Cada semana elegiremos un testimonio de todos los que nos enviéis, y Ana Belén Rivero lo garabateará.
¡Queremos conocer tu Follodrama!