Hay quien tiene unas habilidades. Hay quien tiene otras. Hay quien nace con estrella y hay quien nace estrellado. Hay gente propensa a que le pasen anécdotas y a quien no le pasa nunca nada. Hay gente que parece que tiene súper poderes y gente que no. Vamos, que hay de todo… Y conforme pasa el tiempo tú mismo te vas analizando y vas viendo que es lo que te va diferenciando a ti del resto de la gente, en qué grupos te incluirías.

Pues bien, yo ya me voy conociendo y sé mis preferencias, mis debilidades, mis aciertos… Y también sé que tengo una, llamémosle, habilidad. Sí, la capacidad de curar corazones rotos, de acolchar almas golpeadas. Como lo leéis. Cuando pasa una vez, bueno. Cuando pasan, dos… vale. Cuando ya dejas de contar te das cuenta que algo te pasa.

Porque sí, tengo esa habilidad. Pero, ¿en qué consiste? Veamos. Aparece un chico en mi vida, nos vamos conociendo y todo va bien. Cada vez quedamos más, ¡la cosa marcha! De repente me doy cuenta que no es sólo cama, nos reímos, nos gustamos. Conocemos más y más cosas el uno del otro. Las conversaciones superfluas dan paso a otras y terminamos descubriendo secretos, confesiones, historias pasadas, rupturas, desamores…  Conozco así esas espinitas que no le dejan avanzar, que le dan ese aire melancólico. La razón por la que calla según qué cosas. Y te habla de esa última ex novia que le destrozó, que le dejó fatal, que no puede superar ese momento… Y ahí estoy yo, sanadora de males de corazón, dispuesta a librarle de ese mal, preparada para actuar.

Intervención quirúrgica, a corazón abierto. Sin bisturí pero sí con mimos. Sin anestesia pero sí con besos, le quito esas espinas de dolor. Le curo los moratones esparcidos. Le limpio los restos de desamor. Ya está. La operación ha sido un éxito, lo he conseguido. Revivido por dentro, ese chico ya está listo, ya no hay desamor encajado por ningún lado.

Pero un momento, tras la operación llega el tiempo de recuperarse, de rehabilitación. Pero no, ahí ya no intervengo. Yo he hecho la intervención quirúrgica, pero en escena aparece una nueva chica que va a estrenar ese corazón recién curado. Alguien que le llena el nuevo hueco que tiene (sin espinas, recién tapizado, mullidito. De nada).

Y ahí me quedo yo, con sus espinitas quitadas, con sus lágrimas vertidas y con sus penas confesadas como recuerdo, guardado en mi cajita de historias sin terminar, sin ni siquiera llegar a empezar. Y vuelvo a pensarlo. Puede que yo sea una bisagra que une una historia con otra, la última frase antes de un nuevo capítulo, la nueva amiga que sirve de apoyo.

Y me quedo ahí, con el alma removida. Viendo lo eficaz de mi intervención, la felicidad de su nuevo capítulo. Y me quedo ahí, con las ganas de escribir una nueva etapa pero nunca paso del encabezado.

Y desde aquí lo digo. Sí, curo corazones, calmo el escozor del alma, pero quiero quedarme a ver cómo avanza la historia. Quiero dejar de ser bisagra que une, quiero ser el nuevo capítulo.

Soy y seré muchas cosas, pero no quiero volver a ser chica de paso.

Fotografías: What if (2013)