El otro día una mujer me leyó la mano. No creo en esas cosas. No leo el horóscopo ni pienso que la verdad de mi vida esté en unas cartas. Pero estábamos hablando de una cosa y de otra, salió la conversación y me vi extendiéndole mi mano.

Ahí estaba. Mi mano pequeña, con uñas mordidas y con arañazos de mi gata abriéndose sin vergüenza a esos ojos curiosos. “Seguro que mi futuro no puede ser gran cosa, no me cabe en la mano”, pensé.

La mujer (bueno, llamémosle la bruja, que seguro que le gusta definirse así y me suena a cuento bonito), la bruja me dijo esto y aquello, me sonrió mientras me miraba la mano y al final me dijo un “tú tienes muchos amores cortos”. Después me giró  la mano, me la dobló y pronosticó: “Amores cortos, pero dos de verdad”.

Y ahí me quedé, con una sonrisa congelada. Pensando en que hasta mi mano confirmaba que soy un perfecto amor de verano. Bonito, memorable, pero de corta duración.

Ese mismo día o al siguiente o al otro (no lo recuerdo, pero un día lo suficientemente cercano  al día de la lectura de mi mano como para recordarlo); ese día, llegó a mí uno de esos artículos en los que se hablan de estudios de universidades lejanas y que ponen en cifras los dilemas y dramas del Primer Mundo.  Éste, en concreto, venía a decir que encontrar el amor era prácticamente imposible. Que no llega, que es más probable cualquier desgracia que encontrar el amor. Perdón, El Amor (porque sí, hablaban de ese amor con mayúsculas y neones de los que hablan en las películas).  Sí, ese artículo estaba escrito para desesperanzar.

Y yo, todavía con la penica que me había dejado el punto final, me miré mi mano izquierda, tan pequeña, tan descuidada y, a la vez, poseedora de mi futuro (según lo que la bruja me contó). La giré y doblé pero no lo logré ver, no encontré esos dos amores que me había dicho.

Pero, un momento, ¿dos amores? Según ese artículo con datos de la Universidad Nombre Extranjero realizados entre  X personas en X sitio, yo era un caso especial. ¡Dos amores mientras que el resto era casi imposible que lo encontrase! Y, además, tenía esas rayitas cruzando esa línea que me va de un lado a otro de la mano. Esas líneas, esos afluentes que salían de la línea amorosa de mi palma, mostraban amores abundantes, pequeños pero lo suficientemente importantes como para estar cincelados eternamente en mí.

Y fue cuando pensé,  para la Bruja y para los encargados del estudio de esa universidad, ¿qué amor es más importante que otro? ¿Qué me diferencia a mí del sujeto X de un estudio? ¿Qué pasa si mi mano se hiere y se desdibujan los afluentes de esa línea? ¿Quién define amor? ¿Quién lo mide? ¿Cómo se pone eso en una diagrama de barras?

Y ahí me reafirmé. Me niego que el amor se vea relegado a ser como en las películas. Amor se siente por un amigo, por la familia, por un lugar, por un novio. Es tan grande la definición de amor, y de amor romántico en este caso, que no me vale que se separe en amores cortos o en amores grandes. En amores de película o en amores pasajeros.

Porque el sujeto X también tiene líneas en la mano y da igual lo que digan los estudios. Da igual la estadística. Da igual lo arrugado de las manos o la ausencia de líneas.  Que no nos presionen con amores épicos, con el miedo a no encontrarlo,  con el temor a perderlo. Porque, ¿qué pasa si rompo la media?  ¿Qué pasa si llega ese segundo amor que dice mi mano y se me escapa? No se me irán las ganas de querer (eso espero).

Sin estadísticas, sin líneas de la mano, sin tablas y sin cartas del Tarot.

Quiero amores que me despeinen, que me cojan de la mano, que en la cama me muevan al ritmo y que me hagan reír. Quiero compañeros de viaje, de vida, de camino. No voy a pensar si me duran meses o si compartimos sueños durante años. Porque, al final, el amor no se acaba, siempre se queda dentro en modo de nostalgia, de recuerdo, de alegría o de pena. Así que para la Bruja puede que yo sea un amor de verano eterno y que para ese estudio no cumpla las características para encontrar a alguien, pero no, no me importa.

Los números y la estadística nunca se me han dado bien y tengo preparadas las pinturas para colorearme la mano. Me voy a hacer ríos afluentes y acueductos en la línea del amor.

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