Hasta hace no demasiado tiempo, a mí, cuando un tío me ponía, me ponía y punto. Ese tío podía ser alto, bajo, gordo, flaco, con barba, sin barba, rubio, moreno, joven, viejoven, Leonardo DiCaprio o el hijo de Antonia la pescadera. Yo podía ir tranquilamente por la calle, o estar en un bar, o en el metro, o donde fuera, que de repente me fijaba en un chico y solo con verle ya se me activaba la alarma chochil: «madre mía cómo está este tío, es que me subía en él y no me bajaba hasta que se me dislocase la cadera«. Cuando un tío me resultaba atractivo no me fijaba en absolutamente nada más que en ese instinto tan animal que despertaba en mí. Era pura atracción sexual, no había más.

Sin embargo, últimamente mi cabeza está empezando a entrometerse entre mi chichi y el objeto de atracción. Es decir: me cruzo con un tío que despierta en mí el fuego ardiente de la pasión, y lejos de dejarme llevar por lo que a mi coño le apetezca, mi cabeza se mete en la ecuación y empieza a aguarme la fiesta con frasecitas tipo «pffffff… mira qué pinta de pijales», «pffffffff… lleva una camiseta del Real Madrid», «pfffff… ese cutrependiente en la oreja».

Y todo esto solo me lleva en una dirección, la dirección en la que mi chichi y yo nos quedamos más solos que Mariano Rajoy en una comuna okupa.

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A Dios le pediría yo que mi chichi respondiera a los famosos versos de la inolvidable canción interpretada por Miguel Bosé, Don Diablo, y pudiera estar diciéndoos yo ahora mismo: «mi chichi te agarra muy suavemente, te acaba en un pis pás, no tiene moral y es difícil de saciar, te gusta y todo lo das». Pero no. Mi chichi tiene moral: mi chichi juzga a las personas por una serie de reglas que mi cabeza le ha impuesto y por su culpa cada vez estoy yo follando menos. A lo mejor los polvos que echo son de mejor calidad, pero está claro que han descendido notablemente en cantidad. Término medio, por favor.

Hace poco hablábamos en Weloversize de los ortografinazis, personas que se toman muy en serio lo de no saltarse ni una tilde y llegan a los extremos de dejar de interesarse por una persona solo porque esta habla así: «ola wapa k ase». Yo soy ortografinazi, claro, pero ojalá fuera solo ortografinazi. Porque ahora también me he vuelto quéhorroruntíoconvaquerosychanclasnazi, chuloplayasnazi, tengo32peroaparento50nazi, megustaelfútbolnazi, imitoaChiquitonazi y hasta veganonazi. Todo lo rechazo… ¡ni que tuviera yo tanto donde elegir!

¡Me encanta! ¡Ay no... lleva un polo de Ralph Lauren!
¡Me encanta! ¡Ay no… lleva un polo de Ralph Lauren!

¿Esto os pasa más o menos a todo o es que yo ya me he vuelto loca del coño, literalmente? Porque no digo yo que esté mal tener cierta moralidad a la hora de elegir parejas sexuales. A mí lo que me ha sentado mal es el cambio. Como yo antes no tenía muchos remilgos, esto de tener que enfrentarme ahora a un juicio superimportante y que casi siempre acaba en «¡que le corten la cabeza!» me está empezando a preocupar. Al fin y al cabo, si una persona solo te gusta para follar, ¿por qué no te la follas sin fijarte en qué ropa lleva o en cómo se expresa?

¿Es esto la madurez? Is this just fansaty?

¿El de la izquierda es Adele? Hello?
¿El de la izquierda es Adele? Hello?

¿La madurez es tener la cabeza llena de prejuicios que frenan nuestros instintos? Pues me cago yo en la leche. Ansío esa libertad y ese «me importa todo dos cojones» que me definía a mí hasta hace apenas unos meses. ¡Quiero volver a sentir esa llamada de la naturaleza que abrasa mis bragas y tener una relación sexual de lo más intensa con cualquiera que me agite el chichi, y ya vendrán luego las lamentaciones!

En la foto de cabecera la modelo Katie M para La Femme.