Delante de ti está él. Es simpático, guapo, ha abierto una botella de vino… Vamos, que te imaginas lo que va a llegar en un par de minutos y tienes las hormonas bailándote una jota. Todo está on fire y entonces él selecciona una canción y le da al play.

¿Pero qué?

¡Alerta! ¡Alerta! Atención: retirada de activación hormonal. Procedemos a protocolo de cerramiento. Morbosidad huyendo. Recolocamiento de útero. Cierren el flujo. Repetimos. ¡Cierren el flujo!

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Adiós, calentón.

De la música dijo Julio Cortázar que era “meláncolico alimento para los que vivimos de amor”. Y sí, tenía razón. Porque la música es maravillosa, nos mima el alma, llega donde nada más llega, eriza la piel, te emociona, te acelera… Y, también, te puede enfriar y quitar las ganas de follar más rápido y más potente que pensar que os habéis dejado los calcetines puestos.

Ante lo que te estás imaginando que puede ser el polvo del siglo, una mala selección musical puede provocar un cierre de compuertas y una retirada de  las ganas de marcha que tenías.

Aquí algunos ejemplos de lo que no se debería elegir para no acabar la noche con una criogenización de tus partes.

Los clichés

En algún momento, el sonido del saxofón era sinónimo de sexy, de tiki tiki, de aceleración del corazón y de balada erótica festiva número 1 en ventas (ojo, que Kenny G. triunfaba). Y, también, en algún momento, pasó a ser sinónimo de horteridad (repito: los ochenta, Kenny G.).

Pero hay algunas canciones de décadas pasadas que han quedado marcadas como intento de sensualidad y que asociamos a primeros planos intensitos entre sombras y mucho humo envolviendo la escena.

Cuando George Michael era Wham lucía melenaza ochentera y llevaba cruz en la oreja, con esta canción seguro que sirvió de banda sonora en noches de pasión. Ahora, no.

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Lo mismo pasaba con la voz de Barry White. Perdón, quería decir LA VOZ de Barry White. Una cena con el vinilo de este hombre seguro que acababa a tope. Pero, ahora… Ahora me pones esto durante la cena  con-intención-de y de la risión escupo todo el vino.

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Y, no podemos olvidar, cuando si en algún momento se nombra la posibilidad de hacer algo divertido, de hacer un striptease… en la mente de todos aparece Joe Cocker saludándote y cantándote al oído. Su You can leave your hat on vive en nuestra mente y te imaginas quitándote las bragas a su ritmo y sí, vuelven esos planos mal iluminados y mucho humo por la habitación. No, por favor, no. ¡Nooo!

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El momento épico

Sí, él es el Empotrador máximo y te va a dar tal bamboleo que vas a recordarlo toda tu vida. Decide poner música para crear ambiente, para que ese momento sea recordado por lo que es, algo épico y grandioso.

Pero qué… Pero esto…

Un momento, para. No, querido. Esto no es Rivendel. Sí, a lo mejor mi tamaño es de hobbit pero lo que menos me apetece es escuchar la languidez de Enya, la triste. ¿Qué ven tus ojos de elfo? Oh, sí, a mi calentón marchándose hasta Mordor. Frikis del mundo, cuidado con las bandas sonoras.

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Pero no sólo de Tierra Media vive el hombre. Y la musiquica que te puedes ir encontrando en tu vida es variada. Hay gente que se imagina todo como una aventura y se cree un Indiana Jones. Pero cuidado, no vayas por ahí porque se acaba la noche aventurera, las pruebas y el arca se queda perdida.

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Y, claro, no podemos olvidar a los caballeros jedis del mundo, bueno, de la galaxia. Vale, las batallas galácticas pueden molar pero, querido Kenobi, ten cuidado de hacer tanto símil de tu espada láser o acabas Solo y sin Leia. Por favor, no pongas la banda sonora (tampoco vale tararearla. Y no, tampoco silbarla).

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Las moñeces

Lo reconozco. He tenido momentos pre, durante y post-polvo preciosos, de terminar con fuegos artificiales y con musiquica preciosa. Pero hay cosas que no. Hay moñeces que no.

Norah Jones no puede estar cantándote durante un polvo. Norah Jones es banda sonora de Starbucks mientras miras Instagram, no puedes escucharla mientras tu toto está al mando.

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Aquí incluiría a los que cantan sus penicas con voz muy bajita. Y también esos recopilatorios de ‘Música para hacer al amor’. ¿?

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Cañí

Dos palabras: Las Grecas.

Sí, en un karaoke o bar lo puedo dar todo cuando suena ‘Te estoy amando locamente’ pero no quiero ponerme a cantar en pleno apogeo.

https://youtu.be/8bqdHJuxPbc

Es decir, no pongas el aleatorio porque pueden aparecer esas canciones de risas que eliges para todas las fiestas. ¡Divide en listas diferentes! ¡Di no al aleatorio! Nunca sabes qué puedes tener guardado.

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No. Ahora, no.

La modernez

Puede que os conocieseis en Malasaña, que en ese concierto de modernos saltaran chispas, que él fuera hipster antes de que existieran los hipsters pero, en serio, deja a Guille Milkyway fuera de los asuntos de cama. Astrud, Carlos Sadness o L-Kan no son buena idea a la hora de calentar el asunto.

Soy muy fan de Las bistecs (¡viva el chochocentrismo y el electrodisgusting!) pero gritar su “Jónica, dórica o corintia” en la cama no es el plan.

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Youtube

Youtube es grande y maravilloso y da horas y horas de entretenimiento. Pero no es una buena idea ponerse en su bucle infinito cuando de lo que se tienen ganas es de chuchifar.

No, no empecéis con un vídeo porque sabes que nunca es sólo uno. Bueno, o sí, dadle duro a Youtube pero sabéis que, después de según qué cosas, el calentón va a ser difícil de recuperar.

Wendy Sulca, Delfín o Flos Mariae siempre van a estar ahí. ¡No es momento!

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Pero para gustos, colores. Y cada uno es el que debe elegir la melodía que le va a acompañar en ese momento. Canciones, silencios, gemidos… Cada uno debe hacerse su propia banda sonora.

Y sí, cada uno tiene sus canciones preferidas para ese momento.

Pero eso ya es otra historia…

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(Imagen destacada: ‘Begin again’ – Exclusive Media | Likely Story)