Llevo con mi pareja desde mi más tierna madurez. Le conocí a los 19 años y, aunque sí que me había enrollado con bastantes tíos (de los 17 a los 19 me desquité de ese «nunca me han besado» que me atormentaba en la adolescencia), tan solo me he acostado con otro hombre en mi vida que no sea mi marido (y solo un par de veces) Encontrar a alguien con el que hagas un buen equipo es genial y ahora que pasados los 30 veo a amigas con el reloj biológico acelerado pienso «uf, qué pereza me daría tener que encontrar a alguien ahora y pensar en hacerlo rápido si decidimos formar una familia», pero es innegable que a veces me pregunto «¿me habré perdido algo?»

Cuando somos jóvenes todos pensamos que ese chico con el que salimos es el amor de nuestra vida; pero no siempre se cumple. Y aunque soy bastante consciente de que que hayamos sobrepasado la treintena juntos no quiere decir que no nos separemos a los cincuenta, en parte soy un poco adolescente porque nos veo envejeciendo de la mano (fan de «Up» en la sala) Eso hace que aflore en mí un sentimiento de «por siempre jamás» que hace que no me visualice con otro y piense «¿cómo hubiera sido sí?». Y es que, ambos hemos tenido más oportunidades, le hemos gustado a otra gente (en mi caso, por ejemplo, un chico del que había estado colada mostró un interés aparente en cuanto se enteró que tenía novio, o he llegado a sentir que un compañero de trabajo tonteaba conmigo), hemos tenido temporadas de dudas, pero hemos decidido apostar por nosotros.

Personalmente creo que es normal que nos preguntemos qué hubiera pasado si nuestra relación hubiera tomado otros derroteros. Pero como me asaltan dudas cuando pienso cómo sería mi vida si hubiera estudiado otra cosa, hubiera sido delgada o en un momento dado hubiera tomado otra decisión laboral. La vida está llena de «¿y si?». El problema creo que surge cuando la posibilidad, la duda, el querer saber atormenta.

¿Mi recomendación? Si crees que te estás perdiendo algo, adelante. Deja a tu pareja (porque no, el querer probar no me parece excusa para poner los cuernos), date un tiempo para ti misma, investiga, conoce gente, quítate esas dudas (luego tendrás que ver si ha merecido la pena o no, pero ese es otro «¿y sí?» de los que hablamos) Si, sin embargo, te planteas esas dudas pero eres feliz aunque haya sido «el primero», ¿por qué vas a estar pensando en todos esos «¿qué hubiera pasado sí?«. ¿Lo haces con el resto de elecciones que has tomado en tu vida? La vida es un camino que recorremos, tiene numerosas salidas y vamos decidiendo hacia donde guiar nuestros pasos. Pensar constantemente en si hicimos bien en girar a izquierdas o a derechas no sirve de nada, lo importante es pensar cuál es el siguiente desvío que queremos tomar. Si existen dudas en cuanto a tu relación y si te estás perdiendo algo… no pienses en lo que hubiera pasado, piensa en qué mapa seguir ahora.