Me dices:
Lo nuestro es fácil.
Nos vemos cuando nos apetece y si no nos apetece, pues no nos vemos. Fácil. Nos burlamos de las parejas con hashtag propio y no nos cuesta encontrar decenas de enemigos en común. Nos dedicamos a odiarlos juntos, felices, atrincherados en tu cama o en la mía, camas que ya no tendemos nunca porque en pocos minutos las destendemos igual.

Somos fáciles.
Dormimos bien y dormimos hasta tarde, desayunamos en la cama, dormimos un poquito más. No nos cuesta despedirnos y zambullirnos cada uno en nuestras cosas: sabemos que al cabo de unos días nos zambulliremos el uno en el otro y que todo será eso: fácil. No nos creemos especiales ni pretendemos serlo: nos basta con ser esto que somos y asombrarnos de lo sencillas que son nuestras cosas, de lo desprovisto que está todo de drama y pelea.

Te digo:
Pero, ¿cuándo nos volveremos difíciles?
¿Cuándo profundizaremos en la mierda pura, en lo secreto, en lo mal hecho?
¿Cuándo conocerás mis esquinas feas, mis tantos motivos de vergüenza, los entresijos oscuros por los que pierdo tiempo y dinero en terapia?
¿Cuándo será que los condones empiecen a durarnos cada vez más, aburridos de follar, cansados de perdernos y encontrarnos escondidos en las sábanas?
¿Cuándo te querré matar, cansada de tus manías, hasta el coño de tus contestaciones, obsesionada con ese hábito tuyo tan molestoso que me saca de quicio pero que, hoy por hoy, soy incapaz de ver?
¿Cuándo nos haremos el corazón puré? ¿EL HÍGADO PATÉ? ¿Cuándo necesitaremos medicinas y salvoconductos para recuperarnos de los enfados que nos causamos, de las acideces provocadas, de las extrasístoles día sí día también?
¿Cuándo será que dejemos de entendernos y que más bien nos desentendamos, que prefiramos ver las pelis cada uno por su lado, las series solos, la cena tú aquí y yo allá, las cerves con nuestros amigos pero nunca con nuestros amigos en común?
¿Cuándo nos empujaremos con las manos abiertas?
¿Cuándo perderemos la paciencia?
¿Cuándo nos perderemos?

Me dices:
¿Es un miedo o un deseo?

Te digo:
Ni miedo ni deseo. Es más bien pereza.

Me dices:
Pues si nos da pereza, nunca lo hagamos.

Y es así que seguimos siendo lo que somos. Descomplicados. Por encimita. Fáciles.

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