Ponte en situación: Pasa algo que te hace temblar y pone tus tripas y tus nervios al filo de una enajenación mental transitoria. Lo que está pasando tiene que ver, directamente, con tu plano emocional más íntimo, en concreto con aquello relacionado con el amor, los sentimientos, las relaciones que estableces o en las que te implicas a fondo. Lo sabes, sabes que no vas a poder controlarte de la forma en la que te gustaría y que a tu alrededor se creará una atmósfera de muerte y destrucción. En el momento de la explosión eso que estás viviendo te paraliza y te afecta hasta tal punto que algo se apaga en tu cabeza y te impide actuar racionalmente. Te dejas llevar por el impulso y cuando horas o días después recuerdas y revisas lo ocurrido te arrepientes, te sientes tonta, ridícula, te avergüenzas y te repites a tí misma que «nunca más». Por supuesto, el «nunca más» tarda poco tiempo en convertirse en un «otra vez» y repites la misma conducta ante otra situación que te lleva al límite, y así mil y una veces a lo largo de tu vida que acaban por hacerte sentir que no aprendes y que «te gusta la marcha». Y nos hundimos más y más en nuestro pozo de mierda particular del que cada día es más difícil salir.

 

¿Te suena?

Pasamos por muchos de estos momentos de bloqueo a lo largo de nuestra vida relacional. Los motivos pueden ser variados y para todos los gustos: inseguridades, miedos sin trabajar o que se convierten en un «gran miedo» que nos acaba dominando, celos, sentimientos no aceptados, no deseados o no gestionados, dificultad para decir «NO» o para tomar decisiones, etc. Las personas solemos, inconscientemente, adaptarnos y seguir tendencias en nuestros esquemas de relación, por lo que es común repetir a lo largo del tiempo y en diferentes momentos y/o relaciones las mismas situaciones debidas a los mismos desencadenantes. Eso aumenta la frustración. ¡SIEMPRE ME PASA LO MISMO ANTE UN «ERROR» REPETIDO QUE SIGO SIN SER CAPAZ DE CONTROLAR!

Y esto… ¿Por qué?

Desde pequeñas aprendemos a describir estados humanos básicos, como el miedo, el asco, la tristeza, la alegría, el placer, o la ira. Pero nuestro aprendizaje al respecto de este lenguaje del cuerpo es muy superficial, y además está cargado de juicios morales y de valor. Solemos confundir, también, las sensaciones, las emociones y los sentimientos: La sensación es algo más físico y vivencial, que percibimos directamente a través de los sentidos y que no requieren de una construcción o una voluntad; la emoción es la interpretación que nosotras mismas damos a esas sensaciones, y los sentimientos son construcciones personales en función de esas sensaciones y esas emociones, que requieren cierta voluntad y actividad (aunque no siempre somos conscientes de todo ese proceso).

Las sensaciones y las emociones pueden provocar sentimientos, o no. Y eso que provocan va muy relacionado con lo que aprendemos a través de nuestra experiencia personal. Cuando vivimos algo muy fuerte, que nos resulta significativo y que por lo tanto nos moviliza, se desencadena una acción/reacción, nuestro cuerpo se pone alerta y nuestra mente intenta responder. Ese estado suele ir de la mano de una conducta egocéntrica, en donde nos sentimos el centro del problema o la dificultad. Aunque las causas de estos bucles infinitos pueden ser muy diversas, tienen un denominador común relativamente sencillo de comprender: No podemos pretender traducir racionalmente lo que vivimos emocionalmente, o por lo menos, no siempre y no en el momento de «estallido visceral». Intentar responder con pensamientos algo que está expresándose en nuestro «lado emocional» genera un estado de auto-incomunicación. ¡NO PODEMOS ENTENDERNOS!. ¿El resultado? Incapacidad de razonar y ver salidas o acuerdos, llegar a faltas de respeto o hacer daño a la persona con la que estás enfadada o dolida. Impulsividad tóxica en estado puro.

 

En pleno estallido visceral nos llevamos de cosas que sentimos muy fuertes y muy reales, pero que no podemos entender ni explicar. Tras ese arrebato inicial tomar distancia, pensar y entender lo que nos está pasando es un poco más sencillo. Somos capaces, poco a poco, de poner nombre y antecedentes a lo que nos ha pasado. Este punto de introspección y auto-conocimiento es necesario para poder enfrentarnos a discusiones en pareja, rupturas, o acuerdos; y por lo tanto afectan considerablemente a los modos y maneras de establecer vínculos sólidos y conscientes. Cada cual se encuentra con diferentes obstaculos en este proceso que pueden tener representación o duración variable. Hay personas que necesitan estar solas y cambiar de ambiente, otras requieren cercanía o atención, algunas necesitan días para traducirse, otras semanas, e incluso las hay que reaccionan físicamente ante los bucles infinitos. Pero, en general, todas necesitamos quemar el proceso (solas o en compañía) para ver con claridad, entendernos y hacernos entender, para después reflexionar, detectar motivos y razones y verbalizar (MUY IMPORTANTE!) lo que nos ha hecho volvernos lokis. Sin vergüenzas, ni sesgos, ni abstracciones.

Date tu tiempo y acepta que tu cabeza vaya por donde ella considere oportuno. Sentir no es malo, lo que sientes no está equivocado, lo que sientes tiene una razón, aunque no siempre podamos detectarlo a primera vista. Tarde o temprano volverás a poder pensar y a tomar el control sobre todo ese universo de delirios que se ha formado entre tu mente y tu corazón y podrás ir desgranando, poco a poco, los significados que tus reacciones tienen a lo que te sucede por dentro y por fuera. Escucha tu cuerpo, nos dice muchas cosas y muchas verdades que a veces no queremos escuchar por otras vías. Ante situaciones de ansiedad, perdida de control, miedo o rechazo profundo… revisa tu entorno y tus vinculaciones: quizás hay algo o alguien que no está siendo del todo limpio. Revisa tu experiencia, lo que te ha pasado recientemente, las cosas que han dado un vuelco a tu mundo, y respeta tu forma de interpretar las realidad que te envuelven.

 

Y todo esto, aunque parezca muy jodido, sirve para convertir nuestras mierdas en crecimiento personal. Localizar nuestras tendencias de relación, puntos débiles y sentimientos enterrados es imprescindible para aceptarnos y valorarnos críticamente, para evitar tropezar 100 veces con la misma piedra, y para poder construir efectivamente relaciones positivas. Haz algo con lo que sientes y, a la vez, déjate sentir sin tener que pensar. No olvides que todo esto va a ir cambiando, y que nos va a llevar toda la vida… pero notaremos los resultados en el próximo tsunami ;)