Hace poco llegaba a mis oídos un nuevo e inocente juego famoso entre algunos grupos de adolescentes. Investigando un poco por la red, veo que la diversión se instalaba en nuestra madre patria hace unos dos años desde Colombia. Hablamos, amigos, del muelle.

Yo no tenía ni idea en qué consistía el juego hasta hace pocos meses, así que lo explicaré brevemente: chicos tumbados y bien empalmados; una o varias chicas saltando sobre los penes erectos de los mozalbetes. Sexo con tiempo limitado en esa postura y… cambio de miembro, señores. Pierde el que primero se corre. No me digáis que no es el culmen de la diversión. Si no os convence la modalidad horizontal, también podéis jugar al muelle de pie y de espaldas, en modo “serrucho”. Y es barato, eh, porque, dependiendo de las normas (que cada grupo las pone como quiere), por no necesitar, no hacen falta ni condones.  ¡Son todo facilidades!

No vengo a hablar de las enfermedades de transmisión sexual ni de embarazos no deseados, que aunque queden inconscientes sueltos, el tema ya es de sobra conocido. Vamos a hablar de otro asunto que también engloba la educación sexual, pero parece que quede relegado a un segundo plano: la identidad.

Lo comentaba hace unos días con unas amigas. A los trece años pensábamos aún en jugar a las casitas y, como mucho, recuerdo que a mí se me ponía un nudo tonto en el estómago si nos acercábamos a los chicos para jugar a la botella. Después pasamos de darnos picos a esa pulcritud que suponía cambiar el hielo de unos a otros, con la alta probabilidad de contagiarnos también catarros o morreras.

Sí, las cosas han cambiado (¿eso es un tópico o una realidad?) y el ritmo que parece que llevan ahora ciertos adolescentes es bien distinto. Pero yo reflexiono seriamente y no sé qué velocidades llevan ni qué prisas tienen. ¿Se es más rebelde, más adulto, más “libre” por follar antes?

Es obvio y muy natural que un adolescente sienta atracción hacia otros cuerpos y quiera experimentar. Antes o después ocurrirá; pero dudo mucho que personas en edad de salir del cascarón quieran acostarse con cualquiera. No han madurado físicamente, es un tiempo en el que están todavía lejos de conocerse bien, un tiempo que deberían permitirse para entender mejor sus cambios, sus cuerpos y, por supuesto, sus mentes.

¿Quién les habla de ello? ¿Quién les convence de que un cuerpo es algo más que lo que la sociedad dicta? ¿Tanto nos hemos degradado y les hemos corrompido como para que a esas edades ni siquiera quieran estar piel con piel con una sola persona al mismo tiempo? Que, oigan, no juzgo los tríos u orgías; de hecho soy yo la que defiende la libertad (sexual e individual) en sentido amplio, pero siempre que se haga con los cinco sentidos. Así que no me quieran convencer de que un adolescente sepa lo que hace cuando juega a la ruleta rusa del sexo.

Tendrán tiempo para experimentar, para saber reconocer un polvo mal echado de otro con denominación de origen, tiempo para sentirse bien con su propia piel y para buscar tantos amantes como quieran y cuando quieran. Que si el día de mañana, ya todos maduritos y con cabeza sobre los hombros, quieren hacer el muelle, que salten hasta que este se desgaste; pero primero deberían recorrer el camino con calma, sin querer correr antes de saber gatear. Y es que no vaya a ser que mañana se tropiecen de tal manera que ya no quieran participar más en este juego que es el sexo y que debería hacerse siempre con sentido.

Little Lizard

 

Actualización para los que comentan diciendo que es una leyenda urbana:

 

https://www.elmundo.es/madrid/2017/01/08/5870df0fe2704ea2588b458e.html

https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-01-09/juego-muelle-que-es-ruleta-sexual-adolescentes_1313845/

https://www.elespanol.com/social/20170110/184982080_0.html

https://www.elmundo.es/opinion/2017/01/11/58752e8e22601daf078b45be.html