Bueno, ya llevo casi 20 minutos aquí sola… ¿Cuánto tiempo se debería de esperar en una primera cita, media hora? Si es que no tendría que haberme dejado engatusar con eso de “hacéis muy buena pareja, es muy buen chico, seguro que os gustáis”. No sé, esto parece un 2×1: cumplir 30 años y empezar a escuchar frases del tipo de “uy, ¿tú soltera aun, y eso por qué?”, “si es que eres demasiado exigente, mujer”, “eres muy independiente y eso asusta a los hombres” o, mi favorita, “no te preocupes: vas a encontrar a alguien un día de estos”. ¿Un día de estos? ¿Qué día, eh, qué día? Los que no están ya casados a mi edad, o son unos folladores vividores o gays. Adorables, pero gays… Así que este panorama de encontrar pareja cada día resulta más desolador.

Y, cual canción de Mecano, me grité a mí misma: “Allí me planté y sin la cita me quedé. Un gin tonic pa’ mi sola y nada de comer”. Nada de comer, no vaya a ser que del disgusto me acabe zampando todos los brownies de la cafetería. Y una puede perder la posibilidad de conocer a un chico perfecto (o eso me habían dicho) pero la dignidad, no. Esa nunca. Aunque, pensándolo mejor, ¿dónde queda la dignidad cuando aceptas que una de tus mejores amigas te prepare una cita a ciegas? Que vale, que ella puede conocerte en tus peores momentos pero… ¿estás segura de que sabe qué tipo de tío te pone? Aun así, aceptas porque piensas que, ya que llevas un tiempo navegando por Tinder, Badoo, POF, Meetic…tampoco pierdes nada esta vez. En la variedad está el gusto y el (des)acierto. Porque una podrá ser libre, pero es una libre fija. A saber: si tonteo con uno, es con ese uno. Llamadme idiota-ñoña-cursilona-Disney, pero creo en la fidelidad de la seducción. Al menos,  en lo que a una primera cita se refiere. Y esta primera cita parecía que no iba a llegar…

Por mi cabeza pasaron multitud de posibilidades previas al encuentro. ¿Sería un Adonis mazadísimo que me querría empotrar nada más verme? ¿Un Sheldon Cooper que activaría mi parte más sapiosexual? Espera, espera, espera… ¿Y si fuese algún ex follamigo? WARNING!!!!! O, peor aún, ¿y si fuese uno de esos de los que no recuerdo ni su nombre? DOBLE WARNING!!!!! No me digáis que nunca lo habéis pensado, llegadas a este punto de sobrepasar la barrera de los 30, en el que ya hemos cambiado el monte de margaritas por el campo de degustación de calabacines. ¿Y si en una de esas quedadas tan de “todas mis amigas organizan unas fiestas (horrendas) para encontrar pareja a las que seguimos solteras (por elección) porque ellas no lo entienden (aún), me topo con uno de ellos? Ellos: esos seres con los que tonteas durante “x” tiempo pensando que puede que se conviertan en algo más y acaban siendo un polvo, de mayor o menor intensidad, pero polvo. Vale, polvazo… Pero es que o son demasiado callados o demasiado habladores, o van de eruditos o de catetos, o te venden la moto para quedarse luego en bici… Total, que te hacen pensar más que follar. Y tú, en ese momento tan de plenitud, como que pierdes el rumbo y “next”.

No había sido muy consciente de toda esta carrera de calabacines hasta ese momento rodeada de dulces en aquella cafetería donde continuaba esperando a mi cita a ciegas. Intenté pensar en algo que no tuviese nada que ver con hombres, pero era imposible. Sobre todo porque no paraban de entrar parejas acarameladas mientras yo decidía si quedarme o marcharme. Así que escribí a mi mejor amiga (esa que sí sabe lo que me pone y que nunca me organizaría una cita a ciegas porque confía en mi poder recolector) que, además, vive fuera de España pero sigue mis hazañas emocionales cual culebrón venezolano, y le pregunté si creía que yo tenía una tara. Ella, tan parca en palabras, me soltó en un AudioWhatsapp: “Puten, tú no tienes ninguna tara, tienes un problemón. Das demasiado morbo”. Y se quedó tan ancha. Respondí con un: “¿Morbo, cómo que morbo, qué me estás contando? Amplía info”. Como ya son muchos años de conocimiento mutuo, evidentemente yo sabía que no obtendría respuesta alguna, por lo que (como ella ya sabía que haría) me puse a pensar en ello. Morbo. ¿Cuántos tíos me habían dicho eso en los últimos 4 años que llevaba soltera y me había pillado un cabreo enorme por la connotación primordialmente sexual que encerraba la palabra? Más de los que me gustaría recordar… Y ahora resulta que era un problemón. Bueno, mejor dicho, EL problemón. ¡Claro! Era eso lo que les impedía ver más allá de mi gordibuenismo y ocasionaba que yo siempre les etiquetase como “losties emocionales”.

¿Y si mi cita a ciegas era así? ¿Y si eso era lo que me obstaculizaba para ir más allá en una relación? ¿Y si me quitaba el morbo de encima, ya no sería nada? ¿Y si dejaba de mirar el brownie con ansia? ¿Y si es él el que no te gusta nada? Mientras seguía enfrascada en aquellos malditos pensamientos e intentando recordar uno por uno el nombre de todos los tíos a los que había conocido, noté que una mano se posaba sobre mi hombro derecho. Pensé “¡sí, por fin, es él¡” Intenté reponerme del escalofrío que me había provocado ese roce (con dos gin tonic encima, una se pone sensiblona) , me dí la vuelta cual gatita remolona, susurrando un “¿sí?” durante el giro y me encontré con la cara de la camarera que me dijo sin ningún tipo de emoción “Ha llamado tu cita a ciegas. No viene”.

[“Shock… está entrando en parada…”]

Punto número 1: ¿Por qué la camarera sabía que era yo? Tampoco estaba tan deprimida ni observaba cada minuto la puerta, tan sólo pregunté un par de veces si habían visto aparecer a alguien con un cómic de X-Men en la mano. Y no me resultaba tan, tan, tan sumamente raro… ¿No?

Punto número 2: ¿Qué estaba haciendo todavía allí sin llegar a nada concreto sobre mi vida emocional? Todo seguía como antes, no necesitaba una pareja, seguía estando bien sola y documentándome (así lo llamaba) sobre el género masculino.

Así que, me pedí otro gin tonic y dí por zanjada mi no-cita a ciegas con ese brownie que tanto morbo gastronómico me llevaba dando toda la tarde, no sin antes enviarle un AudioWhatsapp a la Celestina fallida que había organizado toda esta locura diciéndole: “¿para cuándo otra de tus fiestas?”.

Autor: Vanessa Angel D.