El otro día una amiga mía me comentó, muy agobiada, que al llegar a casa, había pillado a su novio masturbándose mientras veía porno. En un momento tuve que escuchar el discurso de “ya no le gusto”, “si tiene que hacer eso es que no le vale conmigo…”, “es un obseso”,  etc. Fue entonces cuando tuve claro que mi amiga pensaba que tener novio o novia  suponía olvidarse de la masturbación. Gran error.

Sin entrar a valorar el hecho de que evaluase el estado de su relación, por el simple hecho de que  su novio se excitase con algo que no tuviera que ver con ella (creo que todos seguimos teniendo ojos e imaginación y que no nos los extirpan al emparejarnos), me puse a pensar en que quizás no era la única de mis amigas que solo hacía uso de su ducha, de su almohada o de su conejito vibrador cuando estaba soltera. De hecho, cuando sale el tema de los  vibradores en las reuniones de chicas, una de las respuestas más habituales es “¿para qué si tengo novio?”, como si al tener pareja, le cediéramos también el derecho sobre nuestros orgasmos. Pocas personas entienden que mi sexualidad es mía, y que cuando tengo pareja, lo que hago es simplemente compartir una parte de la misma (y lo mismo para ellos, a ver si nos entendemos un poquito más, que no somos tan diferentes, al menos, en esto).

El placer del autoerotismo es uno de esos regalos únicos que la vida nos da, así, sin pedir nada a cambio,  ¡como para desaprovecharlo! Y aunque es totalmente cierto que la conexión que supone el encuentro con tu pareja, las miradas, los susurros y las caricias es única, también lo es que la sensación del orgasmo en sí misma, es diferente cuando la controlas tú misma.

De hecho, cuando escribí “El orgasmo de mi vida” y me puse a pensar en cuál habría sido el mío, recordé grandes momentos en pareja, pero sobre todo, grandes sensaciones en solitario. Controlar tu misma cuando sigues, cuando paras, cuando sube la intensidad, cuando quieres repetir…

Todos sabemos que la masturbación es buena para muchas cosas, que mejora nuestro cutis o que alivia nuestro dolor menstrual, pero desde mi punto de vista, que los dos miembros de la pareja tengan sus momentos de placer individual, es también sano para la salud marital.

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Si ponemos toda la presión de nuestro placer en la otra persona, inevitablemente, eso supondrá mucho estrés, presión y frustración. En cambio, si asumimos que nuestro placer es nuestro, que podemos aliviarnos por nosotros mismos,  así como conservar ese momento de intimidad y de descubrimiento, disfrutaremos más de los momentos que pasemos juntos. Igualmente, es importante entender que si dedicamos, aun viviendo en pareja, tiempo a querernos a nosotros mismos, nos va a ser más fácil querer a los demás.

Tener fantasías eróticas que no tengan siempre que ver con nuestra pareja, o evadirnos en ese momento de todo lo que tenga que ver con la realidad, no solo es sano, sino necesario. Si hay algo que no terminamos de entender de las fantasías, es precisamente eso, que viven en el mundo de lo imaginario, que se usan sólo como un estímulo, y que en muchas ocasiones no querríamos llevarlas a la realidad  ( en parte, porque perderían el encanto, y ya no podríamos recurrir a ellas igual).

Por todo ello, desde aquí quiero hacer una oda a los homenajes personales, a los momentos propios de placer en general, y a los de autoerotismo en particular, no sólo durante la soltería, sino para toda nuestra vida. No hay que olvidar, que las relaciones con otras personas pueden acabar por ser pasajeras, pero que la que de verdad durará para siempre, es la que tenemos con nosotras mismas, y por ello, es precisamente esa relación la que nunca hay que descuidar, y la que hay que mimar más, también en lo sexual.

Autor: Silvia C Carpallo, autora del libro ‘El orgasmo de mi vida’.