A veces me gustaría escribirte, decirte que te echo de menos, que te quiero, que desde que no estás no sé qué hacer con estas ganas de amar, que desde que no te veo juego a imaginar qué hacen tus manos cuando no me pueden acariciar, que desde que tu ausencia es mi fiel compañera mi boca sonríe a medio gas.

No me quiero engañar, no me gustaría escribirte. Me gustaría verte, tocarte, sentirte, morderte, acariciarte, dormirte, vivirte. Me gustaría compartir contigo cada milésima de segundo del tiempo que se me ha dado, del tiempo que siento que pierdo desde que no estás, del tiempo que dejó de merecerse a sí mismo a partir de tu partida.

Nunca nos hemos engañado, siempre nos hemos dicho la verdad, a pesar del dolor, del miedo y de los monstruos. A pesar de las diferencias, de los escalones y de los abismos. A pesar de ellos, de ellas y de nosotros. A pesar de todo, a pesar de nada, a pesar del peso.

El peso que se acumula en el pecho, en la espalda y en las arterias. El peso que no me deja mirar hacia arriba, ni hace delante, ni hacia ninguna dirección que no sea mi pasado contigo. Cómo pesa el peso del recuerdo, cómo pesan mis noches sin ti, cómo aplasta mi rutina sin la tuya, mi espejo sin tu mirada desde dentro, mi alma desde que no te rezo.

A veces me hago la fuerte y me creo a mí misma, a veces pienso que puedo y lo consigo, a veces vivo sin ti y vivo. Por eso sé que puedo, por eso sé que te superaré, por eso sé que volveré a ser yo. No sé si antes, no sé si después, no sé cuándo, pero lo haré. Me haré, me reconstruiré, me moldearé a mi antojo, haré de mí misma lo que quiera y lo haré sin ti.

Mis pensamientos crujen como huesos de fantasmas, mi corazón se resquebraja por falta de amor propio, mi cara está menos bonita porque mi interior está a medio marchitar. Menos mal que aprendí a temer al segador y no a la lluvia. Menos mal que aún quedan tormentas que me rieguen, menos mal que mi alrededor es experto en hacerme florecer, menos mal que el sol lo llevo por dentro y siempre podré crecer en esa dirección.

Me dueles, me frenas, me paralizas. Pero a la vez me impulso, me lucho, me gano. Mi yo puede contra mi otro yo. Y al final del todo, volveré a ver la luz.

Porque yo siempre seré yo, a pesar de ti.