Estoy muy cerquita ya de cumplir los treinta años pero estos días me está pasando algo que me está transportando a mi más tierna adolescencia. Vayamos por partes, que diría una gorda ante un ostentoso buffet libre en primera línea de playa.

Érase una vez un chico. Un chico, normal y corriente, que tenía una cuenta de Isntagram, normal y corriente. Y una chica, que soy yo. Que a lo mejor no soy tan normal y corriente pero bueno, esto es lo que hay. La cosa es que yo también tengo Instagram. Bueno, pues chico comenta a chica en una foto, chica dice: «a ver que te vea yo toooooodas las fotos a ver quién eres» y chica piensa «joder, pues me lo follaba». Clásica historia de amor del siglo XXI.

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Durante un tiempo, esta chica se estuvo guardando el secretito de su amor para ella sola (¿por qué? pues no lo sé. O a lo mejor si lo sé, pero no os importa), pero cada vez que el chico subía una foto nueva a su Instagram, la chica sentía petazetas en el coño. Hasta que un día, sin saber muy bien por qué (la foto de las petazetas en el coño definitiva, seguramente) la chica decidió mandarle un mensaje para decirle: «me gustas más que la Nutella». Bueno, no fue exactamente así, lo estoy dulcificando mucho porque sé que mi madre lee todos mis artículos. Le dije cosas sucias, algunas del color de la Nutella también.

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A raíz de aquello empezamos a hablar y YO NO SÉ QUÉ COÑO HA PASADO PERO AHORA YA NO ME FUNCIONA EL CEREBRO. Me he convertido en un zombie, me zombifica cuando me habla. Me manda un mensaje y ya se me apaga el cerebro y me domina un deseo irrefrenable de comérmelo enterito. Así, como os lo estoy contando. Eso sí, se me apagará el cerebro, pero se me enciende el chichi, y entonces ya es mi propio chichi el que saca sus bracitos, agarra mi móvil, y teclea por mí todo lo que le va pareciendo. Que por cierto, a veces le parecen unas obscenidades que hasta yo misma, Perra de Satán, me avergüenzo. Pero no puedo hacer nada por evitarlo.

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Estoy atravesando una terrible lucha entre mi cerebro y mi chichi, mi razón y mi deseo, que me vuelve loca, ya no solo cada vez que ese chico me habla, es que ya me ha convertido en Perra de Satán y de Paulov. Le basta con subir una foto para que mi chichi tome el control de la situación. Sinceramente, de seguir así, tengo miedo de que un día mi chichi se coja el móvil con la foto del susodicho y se lo guarde pa dentro. Y con qué cara vas tú a urgencias a decirle al médico de guardia que no sabes cómo te has metido un móvil por el coño pero que ha pasado y necesitas ayuda.

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Me encuentro en una situación desesperada, por eso lanzo este grito de ayuda. Ya no recuerdo muy bien mis años de adolescente, de morir por un chico, pero es que esta situación me nubla la razón. Me desconcentra totalmente y lo que más me jode es que me subordina por completo a un ente, al que yo llamo chico de Instagram, al que ni siquiera he conocido en persona. Soy una mujer inteligente, trabajadora, valoro la razón y hago uso de ella. ¿Pero por qué la pierdo cada vez que le veo? Bueno, que le veo, por ahora solo lo estoy viendo a través de mi móvil, el día que me lo cruce por la calle yo creo que, directamente, lo abduzco por la entrepierna.