Hay gente que dice que el primer amor no se olvida y tienen razón. No porque sea el amor más dulce o el más inocente, sino porque algunas veces también suele ser la primera decepción amorosa. La primera vez que nos rompen el corazón, y eso, aunque no queramos, quedará grabado en nuestra memoria para siempre.

Y si no me crees, pues te lo digo yo, que mi primer amor fue un enorme fracaso y todavía lo recuerdo como si fuera ayer.

En secundaria conocí al chico que marcó por completo mi vida sentimental. Él era mayor que yo (unos dos años) y además de ser muy guapo, tenía una labia increíble. La primera vez que nos vimos hubo feeling y solo fue cuestión de tiempo que nos conociéramos un poco más. Intercambiamos números, fuimos a varias fiestas juntos y yo me enamoré por completo de él, pensé que éramos almas gemelas.

Luego descubrí que el chico era un mujeriego y como me escribía a mí, también lo hacía con otras chicas. Además, me estuvo endulzando el oído con otras intenciones (quería acostarse conmigo) y al darse cuenta que no sería fácil dejó de buscarme. Los mensajes diarios pasaron a ser semanales, luego mensuales hasta que cortamos comunicación por completo.

Fue un shock bastante grande para mí, era pequeña e inexperta y estaba muy enamorada. Por un tiempo tuve la esperanza de que volvería a estar conmigo, que quizá lo podría reconquistar, pero no fue así. Lloré muchísimo y me costó bastante superar aquel desengaño, no entendía por qué ese chico no me amaba; sentía que era fea, tonta y que nadie me querría jamás.

El chico se graduó y no lo volví a ver, estuve varios meses deprimida. Luego comencé a salir con otros chicos, que tampoco me quisieron para nada serio y eso a la larga fue bajando considerablemente mi autoestima. Yo era dura conmigo misma, me sumergía en un mar de autocompasión pensando que los chicos no me amaban porque no era lo suficientemente bonita o interesante, cuando en realidad simplemente eran niños que salían con un montón de chicas por diversión. No querían nada serio conmigo, ni con nadie.

Pero a pesar de que lo entiendo, que no era yo sino la adolescencia y su inmadurez en estado puro… Todas esas decepciones irremediablemente dejaron una enorme cicatriz en mí. Porque a medida que iba creciendo la historia seguía siendo la misma: chica conoce chico, comienzan a salir, unos cuantos besos, poco más y adiós. Con cada desilusión amorosa algo se fue endureciendo en mi interior, me volví escéptica, fría y amargada. Cada vez que un chico se interesa por mí, me convierto en una arpía que dice: «no volveré a caer en este juego» o «lo haré sufrir antes de que me haga sufrir a mi» y otras frases amargas que cruzan por mi cabeza.

Es mi mecanismo de defensa y aunque ahora intento ser dura y mala con los chicos, secretamente estoy llena de inseguridades.

Pienso que no soy lo suficientemente «perfecta» como para que un buen chico se enamore de mí, que no tengo suficiente belleza, dinero o inteligencia como para gustar. Pues estoy llena de complejos y he asegurado mi corazón bajo mil candados para que nadie nunca vuelva a entrar en él.

Aileen Sofia