Conocí a Miguel en Internet, en una web de esas para ligar que están tan de moda últimamente. Me registré con un apodo, subí varias fotos mías, mis gustos, aficiones y comencé a hablar con chicos. Miguel fue el más normal que encontré. A los dos nos gustaba la música rock, ambos éramos informáticos de profesión, con edades similares y sobre todo fue el único que me habló con respeto y no me propuso quedar para irnos juntos a la cama tras cruzar cinco frases.

Hablamos durante dos semanas por Whatsapp, nos conocimos en persona, quedamos tres veces más para tomar algo y en la quinta cita nos fuimos a un hotel. En realidad yo tenía bastante prisa por verlo desnudo. A mis 27 años seguía siendo virgen, había estado con algún chico pero no habíamos pasado de los besos. Jamás había tenido novio y mi familia, mis amigos y hasta yo misma comenzábamos a sospechar.

Pagamos a medias y subimos a la habitación 306. Cruzamos la puerta y Miguel comenzó a besarme y a desnudarme. Parece ser que él también tenía prisa por verme desnuda… Tras desnudarme a mí, se desnudó él. Creo que se dio cuenta de que yo no iba a poder hacerlo.

Follamos; no sé si tardó más de lo que yo había imaginado en mi cabeza que se tardaba en hacer eso, o es que a mí se me hizo demasiado largo, pesado y doloroso tener su pene dentro de mí. Cuando terminó y se levantó de la cama para ir al baño lo vi claro. Su cuerpo desnudo y sudoroso… jamás algo me había parecido tan repulsivo. Tuve ganas de vomitar, después de llorar y más tarde de salir corriendo. Pero allí me quedé.

Volvió a la cama y me abrazó. Yo tuve que hacerme la satisfecha y la dormida porque aquel hombre quería repetir y yo no soportaría una vez más esa sensación tan asquerosa de tenerlo sobre mí, de oler su sudor, de sentir sus manos tocándome.

Aquella noche fue la primera y la última que dormiría con un hombre. A la mañana siguiente bloqueé a Miguel de Whatsapp sin darle ningún tipo de explicación, borré mi perfil de aquella página web de ligues y comencé a frecuentar otros tipos muy diferentes de páginas y bares donde empecé a conocer mujeres.

Raquel Acosta