Una noche cualquiera con tus amigas alrededor de un buen surtido de cócteles. Estáis hablando de un poco de todo y cómo no, sale el tema: vuestras últimas andanzas sexuales. “Fulano sigue empeñado en que mi clítoris está 10 centímetros a la derecha de su posición real”, “pues Mengano hace unas cosas extrañisimas con la lengua que no me gustan nada, pero no me atrevo a decírselo”, “al menos intentan estimularos, no parece que Zutano haya descubierto aún la existencia de los preliminares”. Seguro que muchas de vosotras habéis dicho u oído alguna de esas frases o de todas sus derivadas.

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Parece mentira en pleno 2015, pero muchas seguimos sin hablar suficiente en la cama. Sin decir lo que nos gusta y lo que no. Lo que queremos que nos hagan y lo que no queremos que se vuelva a repetir. Demasiadas veces preferimos frustrarnos y renunciar a sentir más placer por la vergüenza de abrir la boca. Luego, inocentes de nosotras, nos mostramos sorprendidas cuando algunos machomanes se congratulan en ir por la vida diciendo que ninguna se me ha quejado hasta ahora y que son unos grandes maestros del placer mientras no tienen ni idea de lo que te están haciendo. Alguna recordará el capítulo de Sexo en Nueva York en que Miranda, tras muchos orgasmos fingidos, se decide a decirle al hombre con el que se está acostando la verdad y él reacciona con “igual el problema es tuyo porque ninguna ha dicho nada hasta ahora”.

¿Queremos retroalimentar una dinámica en la que, al no quejarnos y esperar que lo hagan otras provoquemos sin querer que los chicos piensen que si sólo una se ha quejado es que el problema es de ella?

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Preguntando sobre el tema a mis seguidores en Twitter (¡gracias por vuestra ayuda!) la mayoría han coincidido en una tendencia clara: las chicas, salvo algunas excepciones, hacemos pocos esfuerzos en dejar claro qué nos gusta y qué no en la cama. Entre el sector masculino destaca la sensación de que decimos poco o nada, y que a veces incluso cuando se nos pregunta directamente evitamos el tema. Eso sí: todos dicen que deberíamos callar menos, que la única manera de que el sexo sea satisfactorio para todos es que no haya tapujos y que no hay mejor manera de aprender sobre el cuerpo de una mujer que cuando somos nosotras las que  les decimos qué, cómo y cuándo hacer(nos) algo.

¿Y entre el sector femenino? Algunas son más propensas a pedir y sugerir en la cama que otras. La mayoría parece tener claro que cuando se trata de rollos de una noche prefiere dejar pasar el tema (¡mal, chicas, mal!), pero que cuando hay una cierta confianza con tu pareja, si no comunicas no puedes pretender que otro se responsabilice de tus orgasmos. Algunas hablan de que vale la pena ya no solo decir las cosas sino llevarles hasta allí y, si hace falta, dirigirlos como si se tratase de aparcar un coche. También hay quien se queja de haber hablado sin conseguir resultados, o quien prefiere estar callada por no generar inseguridad.

Y sobre la seguridad, el ego, y que a nadie le gusta que le digan que haga algo mal, me planteo lo siguiente: ¿Qué puede dar más seguridad a tu pareja que saber que gracias a tus pequeñas correcciones te está haciendo alcanzar el séptimo cielo?

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Lo reconozco, yo soy la primera que lo ha hecho. “No voy a volver a ver a este tío, tampoco me apetecía tanto echar este polvo, que se acabe ya, me deje dormir y adiós muy buenas, no tengo ganas de educar a nadie”. Todas sabemos buscar excusas y precisamente por ello, la culpa de que esto suceda y de que muchas hayamos acabado insatisfechas es, en muchas ocasiones, nuestra y solo nuestra. ¿Os imagináis que nos pusiésemos a practicar sexo oral a un chico a mordisco limpio y este no nos dijese nada? ¿No, verdad? Pues igual es hora de que espabilemos nosotras también.   

Chicas, nuestras parejas sexuales pueden ponerlo todo de su parte, pero nunca van a poder estar dentro de nuestra cabeza, sentir con nuestros sentidos. Saber lo que nos provocaría esa lengua s de dirigirse un milímetro más hacia la derecha o qué pasaría si esa caricia fuese una pizca más fuerte o más suave. Sólo tú sabes lo que puede hacerte gemir hasta despertar a los vecinos.  Así que chicas, ya sabéis: a hablar, a decir, a sugerir, a proponer y sobre todo, ¡A DISFRUTAR!