¿Quién no tiene una amiga divertidísima, guapa, de éxito, que en algún momento no haya empezado a hablar en plural? Ese “nosotros” tan mayestático que tú sólo utilizabas en la universidad cuando tenías que escribir algún trabajo. “Nosotros vamos a ir al cine”, “Nosotros vamos a quedarnos en casa”, “Nosotros no opinamos así”. Esa perfecta simbiosis que ocurre cuando estás taaaaaan enamorada que tienes que compartirlo con todo el mundo. Y tú, que siempre has querido tanto a tu amiga y que, en el fondo te alegras de verla feliz, te muerdes el “Yo sólo te he preguntado a ti. Lo que quiera o deje de querer el imbécil de tu novio me importa una mierda”.

Una cosa es el cortejo y otra olvidar que tienes personalidad,  gustos propios, amigos, etc. Que sí, que al principio no quieres que te vea ojerosa, ni enferma, ni en chándal, y que si te sale un grano en la punta de la nariz es el fin del mundo; pero y lo feliz y liberada que te sientes cuando por fin te ve en ropa de casa y te dice que estás guapísima así… Ahora bien, esto entraña un peligro más.

Una vez conocí a una amiga de una amiga a la que le encantaban los vestidos cortos, los tacones y las lentejuelas (el modelito Bárbara Rey que lo llamaba ella). Un día se echó novio, y al poco dejó de ponerse ese tipo de indumentarias porque al sujeto en cuestión no le gustaban; y empezó a ir de chándal a todas partes, a juego con su maromo. La mimesis fue tal que a día de hoy ella no recuerda lo mucho que le gustaban los tacones y salir de cañas cualquier día de la semana. A esto lo llamo yo “la novia fan”.

giphy (4)

Hay muchos hombres (mujeres me imagino que también) que no quieren una novia/pareja, quieren una fan. Esto, por decirlo de alguna manera, es como una especie de geisha moderna y occidental, a la que sólo le falta caminar 4 pasos por detrás del macho. Y es que nos encantan los machos alfas: esos hombres hechos así mismos, independientes, inteligentes, con un aura de “tranquila nena, que ya te lo explico yo” que nos vuelve locas.  Que sí, que a mí también se me caen las bragas ante estos especímenes, pero yo sigo siendo yo, joder.

Que una cosa es que un día le cumplas el capricho/sueño erótico de quedar con él y no llevar bragas, y otra cosa es que dejes de hacerlo; porque a lo mejor soy yo que estoy viejuna, pero no me expongo a cistits así como así.

Pero vamos a ver muchachas, si viene un hombre y os dice “me gusta la ropa interior deportiva y las bragas de abuela”, ¿por qué coño salís corriendo a deshaceros de vuestros encajes de Victoria secret? ¡Si ni quiera se fijan en vuestras bragas más que cuando las tienen que tender! Lo mismo con la depilación (ya no me depilo porque a él le gusta más así, o ahora me hago un kojak porque a él le gusta todo “limpito”), con el largo de la falda, con el pelo (no me lo corto porque a él le gusta mi melena),  con la comida (soy vegana porque él no soporta la carne), etc etc etc. ¿Estamos todos locos?

giphy (5)

Que un día me voy a un concierto contigo por probar, claro, pero si tu música de mierda no me gusta te vas buscando a alguien que te lleve la próxima vez (Y yo encantada oye). Que un día me voy al fútbol por echarme unas risas pero que no voy a salir corriendo a comprar la camiseta de tu jugador favorito y bufanda a juego para que veas que en sólo dos días soy más futbolera que tú de lo mucho que te quiero.

No sólo me niego a ser así, sino que quiero que vosotras os neguéis a ser así. Porque tú te quieres y sabes lo que te gusta. Estás abierta a probar nuevas cosas, pero si no te gusta no te gusta y punto. ¡Coño! Que ellos se quejan constantemente: “no me obligues a ir de compras contigo”, “no me llevarás al ballet, ¿no?”… ¡Pues claro que no! Me basto y me sobro para hacer esas cosas sola, o tengo otras personas con quién hacerlas.

Señoritas, el amor no se mide en la cantidad de cosas que tenéis en común y hacéis juntos. No te va a querer más, ni lo vas a tener más tiempo a tu lado porque cumplas todos sus caprichos y lo sigas a todas partes. No es una cuestión de imponerse ninguno de los dos, sino de respetarse y aprender el uno del otro.

Y si no es así, pasa de página, cierra el libro y quémalo si hace falta. Porque nadie te tiene que decir cómo debes de ser ni actuar para que te quieran.

Recuerda: si el zapato no encaja, igual necesitas uno más grande (léase con la boca bieeen llena).

Autor: Judith Longueira