Para qué nos vamos a andar con rodeos, hay cosas mucho más placenteras que comerle la cabeza a alguien.

Y es que yo me pregunto, ¿qué es lo que se pasa por vuestra cabecita para dar tantas vueltas y marearnos tanto?, ¿Por qué no somos todos un poquito más claros y sinceros?

YouTube video

Que levante la mano el que no ha escuchado jamás alguna de las siguientes frases: ‘No, a ver, te dije eso pero realmente lo que te quería decir era esto, no te rayes‘, ‘No si te dije eso para que no te enfadaras‘, ‘Si yo lo hice por ti, pero no me apetecía mucho‘, ‘Tía, pero era por romper el hielo, que te sintieras cómoda; no porque quisiera nada más, no te montes películas‘ y la que más gracia me hace: ‘Si es que no estoy en mi mejor momento, no es por ti

No es por mi, claro que no es por mi. Porque si por mi fuera te mandaría a tomar por saco ahora mismito.

Y es que vamos a ver, a mi que alguien me lo explique. Yo no voy a la pescadería y pido la cabeza del rape cuando quiero un centollo, no le digo al dentista que me da igual si me saca la muela a pelo o me pone anestesia; ni tampoco voy al trabajo vestida de Power Ranger por mucho que a mi hermano le haga ilusión.

¿Por qué narices nos calentáis la cabeza cuando simplemente queréis un polvo? No veis que quizá lo único que queramos nosotras sea tan solo eso. ¿De verdad que no os dais cuenta de que no tenéis que cortejarnos como a mozuelas del siglo XVII? Ojo que no digo que haya que ir por el mundo a las bravas y sin tacto ninguno. No es cuestión de un: ‘¿Follamos?’, ‘Venga, vale, sí’. Te la mete. Fin de la conversación.

No, amigos y amigas, no. Se trata de echarle huevos.

Al fin y al cabo, esto se resume en una cuestión de cobardía. Hay que ser valiente para decir: no te quiero, no me apetece, no me gusta. Y valiente para escucharlo y aceptarlo de la misma forma. Porque va a llegar un día en el que nos cansemos de tanta tontuna y tanto mareo; va a llegar un día en el que nos volvamos loquer y acabemos en Chinchón (no tengo nada en contra de este magnífico pueblo) con dos perros y una hipoteca cuando lo único que queríamos era un polvo de una noche.

Así que como decía mi abuela, al pan, pan y al vino, vino.