Acabo de tener una revelación de esas casi místicas. Llevaba toda la vida echándole la culpa a los torpes con los que me he acostado de lo mal que me habían comido el coño y… ¡me he dado cuenta de que la culpa es mía!

El tema de hombres que comen coños a las mujeres siempre ha sido delicado. A ver, nadie nace aprendido, si me ha pasado a mí lo mismo con las mamadas, pero cuando ya tienes cierta edad y cierta experiencia la verdad es que esperas de tus parejas que también sepan arreglárselas en las relaciones sexuales. Y a mí, pues qué os voy a decir, me encanta que me coman el coño, así que me gusta que en algún momento del polvete le peguen un repasico a él y solo a él.

Pero no siempre he conseguido lo que quería. Mis primeros ligues no eran muy de meter la cabeza por ahí, así que escarmenté enseguida y empecé a buscármelos… más exploradores. El problema es que por mucha intención que le pusieran a mí, en general, no me gustaba nada o casi nada lo que me hacían. Y si alguna vez llegaba a gustarme un poquito, siempre paraban de repente y a otra cosa mariposa, dejándome a mí con todas las ganas.

Masterful-Twerking

Todas estas experiencias tan regulares habían forjado en mí la idea de que la gran mayoría de los tíos no saben comerse un coño, y, sinceramente, me habían convertido a mí en una persona sin ilusión por el sexo oral. De vez en cuando se cruzaba en mi vida alguna excepción que me daba justo lo que yo quería, pero en muy pequeñas dosis. Hasta el que lo hacía bien me dejaba siempre con ganas de más.

Y dándole vueltas a la cabeza sobre este tema y sobre por qué yo no puedo tener lo que quiero llego a una conclusión de lo más aterradora: no tengo lo que quiero por mi culpa, por mi culpa y por mi gran culpa. ¡Porque me he pasado toda la vida resignada y callada! ¡Ni que fuera yo una monja! Aunque en mi cabeza pusiera a parir a mis parejas sexuales, en la realidad nunca jamás le he dicho a ningún tío «oye, no me gusta lo que estás haciendo». A veces por vergüenza y otras veces por «no ofender a nadie». Pero… ¡qué coño! (el mío, que está muy malcomido) Por «no ofender a nadie» llevo yo toda la vida quedándome con las ganas. ¡¡¡He sido de lo más tonta!!!!

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Me gustaría pensar que a estas alturas de la vida ningún tío se va a ofender porque le diga «mira es que no me gusta lo que estás haciendo, podías probar a hacerlo así o asá». Aunque una nunca sabe… la masculinidad es tan delicada a a veces. La cosa es que por tenerlos contentos a ellos, he estado jodiéndome a mí. ¡Menos mal que me he dado cuenta! Porque esto es un error de principiante, y al fin y al cabo una ya tiene solera.

Pero esto se acabó. Me he prometido a mí misma que a partir de ahora intentaré transmitir mis pensamientos a aquellos que acerquen su cara a mi entrepierna y, sobre todo, me he prometido a mí misma que si se enfadan o se ofenden, peor para ellos. El sexo no deja de ser comunicación, y si yo no voy a poder comunicarme con el tío que me estoy trajinando, no me va a merecer la pena.

tenor
byeeeeee

 

Imagen destacada: (Photo by Larry Busacca/PW/WireImage for Parkwood Entertainment)