Hace poco estuve hablando con un buen amigo sobre cómo ligamos, y sobre todo cómo intentan ligar con nosotros. Gracias a esa conversación me di cuenta de que en mi caso siempre existe un denominador común y un patrón en los chicos que se acercan a mí. Da igual cómo sean ellos, porque los hay guapos, feos, altos, bajos, gordos, delgados, simpáticos y rancios.

Después de dejar atrás el “¿estudias o trabajas?” y de entrar un poquito más en materia, llega el momento clave, ese momento en el que abren la boca para decir “pero si eres preciosa, a mí es que me gusta dónde agarrar, yo no te veo gorda. Uy, no digas gorda, que es una palabra muy fea”. Y ese es el instante en el que me toca poner los ojos en blanco. Mira, chiqui, estoy gorda, soy castaña, bajita, tengo el pelo largo y los ojos marrones.

A partir de aquí llega el momento compasión, ese en el que durante una cantidad indefinida de tiempo empiezan a hablarme sobre la coraza que tengo puesta, que no debo ser tan dura conmigo misma, que el físico es secundario, que lo puedo cambiar, que no tengo que tener complejo por ello, que cualquiera con dos dedos de frente se fijaría antes en otras cosas, que soy guapa de cara, y si se ponen picantones, que con estas tetas ya lo tengo todo hecho.

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¿Perdona? ¿En qué momento he pasado de estar ligando a tener una cita con el psicólogo? Pero sobre todo, ¿cuándo te he dicho yo que no me quiero, que no me gusto y que quiero cambiar?.

Hay veces que me aburro y corto rápidamente, otras me pongo en modo combate e intento hacerles entender que están muy equivocados, pero da exactamente igual, ahí siguen erre que erre intentando subirme la autoestima, cuando en realidad lo que me gustaría es que intentaran bajarme las bragas.

Es que he llegado a la conclusión de que no saben hacerlo de otra forma, que su única estrategia es intentar que me sienta guapa, porque así es como piensan que voy a acabar con la cabeza entre sus piernas, ya que en el momento en el que se dan cuenta de que yo ya me siento bien conmigo misma y que no necesito la ayuda de nadie para eso, se les cortocircuita el cerebro.

Estoy segura de que existen personas capaces de ligar sin la necesidad de meterse en el papel de Santa Teresa de Calcuta, pero por favor, que se acerquen a mí. Estoy cansada de que para intentar echar un polvo, en lugar de hacerme sentir deseada me hagan sentir que estoy hablando con una maceta.

Un chico me dijo una vez que a él le gustaba aportar algo positivo a las chicas con las que estaba, y le pregunté que qué es lo que les aportaba. Me contestó algo así como que se dieran cuenta de que podían disfrutar de su cuerpo sin tapujos y de lo bonito que es quererse a uno mismo tal como es. Me gustó su respuesta, y diré que este chico es una de las personas más inteligentes que conozco, una de las personas con las que más he disfrutado en la cama y alguien que me ha aportado muchas cosas positivas, pero cuando le pregunté qué podía aportarme a mí, o qué creía me había aportado, no supo contestarme.

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Me da pena que gente así, que vale la pena por sí misma, piense que lo único que puede dar a una chica que está gorda sea eso, porque ¿y si yo no estuviera gorda?.

Loreto Lafora

 

En las imágenes: Ashley Graham