Podrías haberme dicho tantas otras cosas, pero has tenido que venir a hablarme de amistad, de ser amigos; y tú y yo nunca supimos diferenciar los términos.

Me dices que seamos amigos, que podemos serlo sin ningún problema, pero compañero: nunca lo hemos sido.

Hemos sido amantes, hemos compartido momentos, viajes, confidencias, sábanas y hasta lágrimas pero nunca jamás te vi como un amigo sin más. A los amigos no se les piensa como yo te he pensado. Con los amigos las sábanas no acaban revueltas, el estómago no se encoje y mi garganta no grita como lo hacía contigo.

No podemos ser amigos porque nuestra base de aterrizaje no eran cafés a media tarde; porque nuestras miradas atravesaban cada pensamiento, cada sentimiento.

No por ahora, mi corazón no me deja.

Ilustración: Alfonso Casas
Ilustración: Alfonso Casas

Es verdad que tiene miedo, mucho además. Que ese nicho de seguridad que me aportabas ahora parece pender de un hilo, que incluso a veces me parece práctico y lógico seguir anclada a ti: ¿por qué perder tu cariño? Pero no es más que la cobardía, disfrazada de esperanza, la que habla en nuestro nombre; la que nos dice que todavía no todo está perdido cuando nuestra razón sabe que tu rumbo y el mío ya no bailan al mismo son.

A veces también es cortesía, pura y dura; pero tú y yo nunca fuimos de esos. Éramos más de sentir sin complementos, de gritarnos las verdades y cantarnos las alegrías, de olvidarnos del qué dirán y compartir momentos sin condiciones.

Me merezco (nos merecemos) volar otra vez tan alto que la estela de mi rumbo no sea perceptible por ti.

Pero si quieres, podemos engañarnos, podemos apagar cada emoción, deshumanizarnos por completo y hacer como si nada hubiese pasado. Puedes contarme quién cuenta tus lunares y quien te quita el aliento; puedo contarte quién provoca las sonrisas de todas mis mañanas.

Pero vamos a sufrir y no estamos dispuestos ¿verdad? Yo no, desde luego.

Imagen de portada: Photo by Christin Hume on Unsplash