Nunca puedes saber si una historia tendrá final feliz, porque nadie puede ver el futuro ni definir lo que significa realmente ese final feliz. Últimamente me canso de leer tragedias, historias tristes y desamores. A veces, simplemente se trata de pasarlo bien.

No me gustan las cuerdas. Siempre he sido más, como suele decirse, de relaciones esporádicas y tengo que reconocerlo, lo he pasado muy bien. Me encanta la soltería y NUNCA he llorado por un novio que me amase por toda la eternidad. Pero en esta historia quiero contaros que un día conocí a un chico hablando de politiqueo. Lejos de las discotecas, el alcohol, las citas a ciegas y el facebook, lo cual  no critico ni desprecio, sólo quiero que quede claro que fue algo atípico en mi vida.

Un giro, la toma de un rumbo diferente, un punto y aparte cerrando un párrafo que se continuaba con otro tema bastante distinto. Me gustaba ese chico, me atraía físicamente. Volvimos a vernos para tomar un café un día, una cerveza a la semana siguiente, furtivos whatsapps nocturnos, cuatro o cinco besos de despedida, algún que otro roce y de pronto, me di cuenta de que se había follado a mi mente. Siempre he sido muy cautelosa con estas cosas, siempre he intentado (ya sé que suena cursi) abrir mi corazón lo menos posible a la gente con la que mantenía este tipo de relaciones. Me costó mucho reconocer que era algo nuevo para mí, pero allí estaba: diferente a todo lo que conocía e irrumpiendo en mis emociones con una fuerza desconocida. Un solo de guitarra impecable levantando un millón de ilusiones.

No quería saber nada más de nadie y me zambullí a apostarlo todo por ese chico. Quería conocerlo, saber de él y sí, llevármelo a la cama también, para qué negarlo. Quería hacer mil cosas, quería hacer mil planes y cumplirlos.

Nunca he sido ñoña y ahora, cuando estoy con él soy la que más. Al principio me avergonzaba muchísimo por este hecho. Pero es algo entre nosotros ¿Por qué tengo que sentirme mal por ello? Él sabe que soy una mujer fuerte. Sabe como soy de verdad. Tengo que reconocer que he aprendido un montón de cosas, que es inútil ocultar la realidad a la gente a la que quieres y que no tiene ningún sentido. No te proteges a tí misme así, como yo siempre he parecido creer.

Me hace la comida, pongo la mesa, friega los platos, paso la bayeta por las encimeras, barre el salón, limpio los cristales, vamos de compras, criticamos los estereotipos de belleza femenina y masculina y sí, esto me encanta de él. Tengo que reconocer que es un punto importante cuando se folló a mi mente la primera vez. Y la segunda. Y la tercera. Nos reímos, lo pasamos bien, a veces discutimos y muchas más debatimos. Lo paso en grande y sobre todo, siempre desde nuestro espacio. Yo tengo a mis amigues, él tiene les suyes, salimos de fiesta, a cenar, a disfrutar, nos emborrachamos. A veces juntos y a veces por separado.

Nunca se sabe si las historias tendrán un final feliz. Pero no sé por qué, tenía la imperiosa necesidad de contar una que, por lo menos, lo fuera durante un aceptable periodo de su desarrollo. No se puede predecir qué pasará a partir de ahora. Quizás me haga daño o yo se lo haga a él. Quizás vivamos mucho tiempo juntos o nos aburramos a la primera de cambio y lo dejemos porque sí (lo cual no tiene por qué ser un final infeliz). Pase lo que pase, yo sé que estoy disfrutando. Y que bueno, a veces se encuentran personas que merecen la pena y que no hay que dejar pasar así como así.

En esta sociedad contemporánea en la que las mujeres luchamos, como ha de ser, por nosotras mismas, nuestra libertad y nuestros derechos en un mundo en el que aún nos queda tantísimo por hacer, a veces obviamos otro tipo de historias que parece han de ser relegadas por no ser lo suficientemente relevantes. Parece que son cuentos falsos a los que estamos demasiado acostumbrados. Por eso quería dejar esta gotita como alternativa. Debemos reivindicarnos, conocer nuestros problemas y denunciarlos. Sin embargo, a veces no viene mal una historia convencional que, aunque gracias a dios se haya modernizado, al fin y al cabo nos sigue gustando y no tiene obligación de ser irreal.

Una historia que, por un momento, no nos hable de los tipos de hombres o de mujeres que podemos encontrar, de los problemas que acarreamos o de los orgasmos que no alcanzamos. Una historia que nos cuente que puede que no sea tan malo volverse a enamorar.

Autor: Raquel Ara