(ADVERTENCIA: CONTENIDO ALTAMENTE ESCATOLÓGICO)

Os pongo en contexto: mi mejor amigo y yo habíamos hecho una escapada a Gran Canaria. Vacaciones de solteros, playa, alcohol como para una boda y discotecas llenas de guiris deseando probar el “jamón ibérico”. ¿Qué podía salir mal?  Ay amigos, jamás os hagáis esa pregunta, es llamar a la mala suerte.

Aquella noche de sábado decidimos ir a una de las discotecas más famosas de la zona, y al llegar nos dimos cuenta de que, exceptuando a los camareros, eramos posiblemente de los pocos españoles del local. Esto provocó que a los pocos minutos y tras miraditas aquí y allá, un grupo de rubias muy rubias nos adoptara como souvenir y se decidieran a pasar la noche con nosotros.  Eran unas tías muy simpáticas y divertidas, y aunque el spaninglish que chapurreaban era bastante precario, daba como para entenderse e incluso echar la caña con algo de gracia.

No llevábamos ni dos horas cuando una sueca de 1,80 y tantos se llevó entre sus amorosos brazos a mi colega. Recuerdo que me reí en mi interior al verlos marcharse porque la diferencia de tamaño (mi amigo no es precisamente un Gasol de la vida) les hacía parecer más bien madre e hijo.

giphy (6)

El karma me hizo pagar cara esa risa.

Mis recién conocidas amigas fueron marchándose discretamente hasta que nos dejaron a solas a la que iba a ser mi ligue de la noche y al menda. No os voy a mentir, no se habían alejado ni dos metros  de nosotros para cuando la susodicha ya me estaba metiendo la lengua hasta la garganta. Una mujer atractiva, con iniciativa, pasión y prendada de mis masculinos encantos. Me sentí un triunfador, no lo niego.

Como la cosa se estaba calentando en cuestión de minutos, le propuse continuar los manoseos en mi apartamento. El camino hasta allí no fue precisamente apto para todos los públicos, la mujer en cuestión era bastante ardiente y hubo un momento en que creí que ni llegaríamos a la habitación. Pero lo hicimos.

Imaginad la escena perfecta, una rubia que te lanza sobre la cama vociferando en un incomprensible idioma, te susurra lo que supuse que serían guarradas al oído y te indica por gestos que la cojas por detrás. Ni previos ni hostias, iba a lo que iba.

Allí estaba yo, dispuesto a saciar sus y mis bajos instintos cuando …sucedió.

Primer empujón, perfecto.

Segundo empujón, perfecto.

Tercer empujón, se caga.

Si, habéis leído bien.

SE CAGA.

EMPIEZA A SALIR MIERDA DE SU CULO.

ENCIMA DE MÍ.

MIERDA.

SUYA.

SOBRE MI.

giphy (9)

El grito que lancé fue de todo menos orgásmico. Salté hacia atrás de la cama, sin valor siquiera para quitarme el preservativo con la mano , y me metí directamente en la ducha a intentar sacarme toda esa porquería de encima a grifazo limpio. La colega debía de tener el intestino hasta los topes porque había cagado como una manada de caballos. Rediós.

Tras conseguir limpiarme, atascar el desague de la ducha varias veces y aguantar las arcadas, ya limpio , seco y medio recompuesto, volví  al dormitorio sin tener ni puta idea de que decirle o cómo reaccionar.

¿Y sabéis qué? No hizo falta.

Mi rubia del norte dormía plácidamente, por lo visto el medio follar y cagar la había sumido en un relajante sopor que me evitó una conversación que no sabía cómo llevar , y en un idioma inventado…menos aun.

No se si habéis pasado alguna vez una situación en la que quieres reírte, llorar y vomitar todo a la vez. Pues esa era. Me quedé despierto sin pegar ojo (en otro cuarto, por supuesto, la cama seguía hasta arriba de mierda y su ocupante más de lo mismo) pensando en qué coño hacer.

Llamar a mis colegas era tener la seguridad completa de arruinar mi vida y de que se estuvieran partiendo la caja varias horas seguidas al otro lado de la línea, así que sin tener opción mejor, llamé a una de mis mejores amigas. La muy samaritana, tras el shock inicial, aun se apiadaba de la guiri, pero os aseguro que no era mi caso. Tras comprobar (según sus consejos) que seguía viva y apestando el apartamento, la desperté y pedí sin preliminares que limpiara aquel festín.

Oops, ¿he sido yo?
Oops, ¿he sido yo?

La tía flipó tanto al verlo (confieso que ahí si que me dio pena) que me dijo que tenía que irse inmediatamente (ahí dejó de dármela).  Y eso hizo.  Se piró.

Lo último que supe de ella fue una nota que me dejó dos días después en el buzón, disculpándose por lo sucedido y por su huída, pero pidiendo que entendiera que la situación le sobrepasó. Esa nota no cambió el hecho de que yo acabase vomitando en el colchón tras varias horas frotando, pero honestamente, no sé qué hubiera hecho yo en su lugar.

No era mala tía al fin y al cabo.

Cagona y eso pero…

Otra anécdota para NO contar ;)

Anónimo.