No, no he asaltado un banco. Ni me he ido sin pagar del bar. Hoy os vengo a contar que yo en vez de usar Tinder, conozco a la peña en las situaciones más extrañas.

Viernes, fin de la jornada laboral, duchita y para la calle.

Vamos de paseo, pi pi piiiii… ¡¡Frenazo!!

– Eso no ha sido nada, hombre.

+ Cómo que no!!?? Bája del coche.

Ya pintaba mal la noche del viernes. Un chulito con mucho coche me dio saliendo él de un aparcamiento. Al principio la cosa se puso tensa y se negaba a que hiciéramos el parte amistoso, pero al final rellenamos todo. Copia para cada uno, y arreando, que a quien le toca pagar es a él.

Con toda la mala suerte del mundo (o eso pensaba yo), coincidimos en el lugar de copas al que yo iba esa misma noche. Se acerca y empieza a tontear. Ya está, pensé, este quiere jugar para que le quite el parte. La cosa queda ahí; pero la mañana siguiente me llama para decirme que ha dado un dato que no es válido del seguro y que sería recomendable cambiarlo. Acepto, tomamos café.

Los seguros se ponen de acuerdo y me arreglan el coche. Un mes después, en el mismo sitio y a la misma hora (como reza la letra de una sevillana) allí está M, en el pub de la otra vez. Se volvió a acercar y estuvimos hablando de lo bien que me habían dejado el coche por su culpa/ gracias a él. 

El chulito con mucho coche me empezó a parecer interesante, oye. Que acabamos cambiando de marchas en su cama. Bendito golpe el que me dio, el día del coche y esa noche.

Y pensaréis… ¿en qué quedó el tema? Pues bien, en la actualidad somos marido y mujer, tenemos un perro…¡¡ Que no!! Seguimos quedando y la cosa fluye, pero no influye que es lo importante.

No hay mal que por bien no venga, lovers.

Elena Castro